Cuando hablamos de una palabra concreta, el resultado
es que puede tener muy diferentes acepciones dependiendo del contexto en el que
se la utilice y eso es lo que pasa con la palabra matrimonio.
Toda la carga que nosotros podemos ponerle del sentido
cristiano de la unión de hombre y mujer y un sacramento, tiene muy poco sentido
en la tradición africana, muy diversa y variada en cada grupo étnico, pero con
unas pautas muy concretas y parecidas en lo fundamental.
Si para el cristiano el matrimonio es un sacramento de
la unión de hombre y mujer en una comunidad de amor en la que se comparte todo,
la realidad africana es muy diferente en este aspecto. Matrimonio significa el
acuerdo entre dos familias y la relación entre un hombre y una mujer que tienen
que hacer críos. El resto puede ser muy diferente en cada caso, pero la realidad
es que cada uno tiene su vida, que se comparte bastante poco; cada uno tiene su
economía y su dinero y sus proyectos y planes no compartidos con el otro, lo que
origina la incomunicación y no pocos conflictos en la realidad de cada
día.
Cuando te encuentras con un pequeño grupo de parejas y
les propones una experiencia diferente de la tradicional que han vivido y hay
algunos que lo aceptan, sin tardar mucho, te das cuenta de que esas parejas
empiezan a cambiar mucho y muy deprisa y a vivir una experiencia de comunicación
que les resulta apasionante.
Esto se logra animando a la gente a compartir, pero la
forma concreta es, juntarse cada día, rezar juntos y escuchar la palabra de Dios
juntos. Es una experiencia que no suelen tener, pues aunque ambos suelen rezar
individualmente, no es lo normal el hacerlo juntos y la comunicación no pasa
regularmente.
En cuanto comienzan este camino y se dan cuenta de las
posibilidades que tienen por delante, se sienten entusiasmados y ven que un
mundo nuevo se está abriendo delante de sus ojos y son capaces de compartirlo
primero entre ellos y luego en las reuniones con los otros matrimonios y con
otras parejas con las que van a rezar a sus casas, pues es una de las cosas a
las que les animo, a compartir el mensaje que han recibido con los otros, pues
eso les afianza también a ellos.
Se les ve en la cara lo contentos y felices que están y ellos lo reconocen y lo comunican a otros, pues ya hay varias parejas que ellos han contactado y que rezan con ellos. |
Me acuerdo ahora de algo que una pareja compartió en
una de las reuniones, tan simple como, “mi vecino me ha preguntado si la mujer
que tengo en casa es mi mujer o mi hermana, porque no nos peleamos”. En su
sencillez y profundidad manifiesta eso que ellos están viviendo, la unidad a
través de la comunicación, a lo que ayuda la oración común que hacen, algo que
la tradición no les ha dado y que aprecian mucho cuando lo descubren, y que es
uno de los valores de la vida cristiana, la comunicación y el compartir, algo
que es una experiencia nueva y que les ayuda en su relación; y les suelo decir
que es un camino largo, pero que está lleno de satisfacciones y que merece la
pena andar juntos.
Recuerdo en una reunión en la que un matrimonio nos
dijo que habían decidido poner el dinero en común. Eso es algo que no es nada
común por aquí, pues cada uno tiene su dinero y su economía y cada uno sabe muy
bien lo que tiene que aportar y lo que el otro tiene que poner. Pero se
sorprendieron también cuando les dije que no pensaran que habían hecho algo
extraordinario, sino que era sólo el comienzo de una vida vivida juntos en la
que debían llegar a ser una sola realidad, lo que Jesús pide en su
evangelio.
Creo que hemos comenzado un nuevo camino con grupo muy
reducido, pero también creo que la gracia de Dios está con ellos y les
acompañará, y lo mismo que he vivido en otros sitios, también aquí se podrá
vivir de nuevo y hacer que esa realidad se extienda y sea compartida por muchas
parejas.
Les suelo
decir que no es solo para ellos el beneficio, que los hijos tienen también una
parte muy importante en la vida de la pareja y que lo mismo que ellos rezan
juntos, también tienen que asociar a los hijos y que eso es la mejor catequesis
que los padres pueden hacer con sus hijos.
Y recuerdo ahora el comentario que también compartió
un maestro en una reunión. Estaba en exámenes y había corregido durante largo
tiempo a la luz del farol. Su esposa estaba a su lado acompañándole y el hijo
pequeño de unos tres años estaba con ellos. Cuando el maestro acabó el trabajo,
dijo “vamos rápido a acostarnos que mañana me espera un largo día de trabajo”.
El niño le preguntó, “Papá, ¿Hoy no rezamos?”. El padre lo decía con orgullo de
ver que hasta el crío tan pequeño era consciente de lo bueno que es rezar
juntos.
Le doy las gracias a Dios porque me permite vivir
estas experiencias con esta gente y también compartirlas con
vosotros.