Este mes de enero ha sido un tiempo
lleno de experiencias y sensaciones muy diferentes. Por una parte las fiestas
navideñas han preparado el ambiente, que también ha estado limitado por el
esfuerzo que el gobierno ha hecho por controlar los viajes y las celebraciones,
pues el ébola es la realidad presente y que hay que tratar por todos los medios
de erradicar.
El hecho de no haber celebraciones de fin de año ni la
oración el primer día del nuevo año, por decisión del gobierno, es algo a lo que
la gente no está acostumbrada. Lo mismo pasa con los controles a la hora de
viajar. Hay que tener permiso de viaje, cosa que se adquiere mediante la
correspondiente compra del documento, lo que limita mucho las posibilidades, así
como los persistentes controles en la carretera para todos los vehículos, además
de no poder viajar por la noche.
Viajar con fiebre es un riesgo y
cualquiera que la tenga, será presunto portador de la enfermedad maldita… Cosa
que no es en absoluto cierta, pues el paludismo es una enfermedad muchísimo más
extendida que el ébola y que produce fiebre, así como otros síntomas no muy
distantes del ábola y… La mayoría de los casos de fiebre no tienen nada que ver
con el ébola.
Ir al hospital con fiebre significa que en lo primero que se piensa es en
esa terrible enfermedad, y muchos ni quieren pensar en el hospital, por muy
enfermos que estén, no sea que… Y es que tienes que pasar por el control que a
todos da pánico.
Esto que hemos vivido durante todo
el mes, ha acabado esta semana, lo que te da una sensación de mucha mayor
libertad a la hora de moverte, aunque los controles de la fiebre siguen en
algunos puntos.
La llegada del contenedor,
largamente esperado, lleno de toda clase de bienes, alimentos en particular, nos
hace buscar soluciones imaginativas al problema del espacio que no tenemos, para
almacenar lo que nos llega; pero también nos abre un mundo de posibilidades a la
hora de pensar en distribuir víveres a los que tienen necesidad, desde las
personas que están en cuarentena, a los de la cárcel, las personas mayores
solas, los niños de la calle, los huérfanos que están aquí al lado de nuestra
casa...
Por otra parte la experiencia del lumbago que me ha
tenido varios días en el suelo sin poder moverme, es algo que entra también en
el terreno de las vivencias que, una vez pasadas, ves que merece la pena pasar
por ellas. Se ven las cosas de muy distinta manera cuando uno está de pie y con
buena salud, que cuando las miras en horizontal y sin poder moverte. Pero creo
que una y otra visión son necesarias para componer el panorama y los dos palos
de la cruz, vertical y horizontal, las dos realidades que tienen que estar
siempre presentes en nuestra vida.
El hecho de tener el vehículo, largamente esperado, a tu
disposición, te da también una nueva movilidad y te permite pensar en muchas
actividades con la gente de los pueblos que de otra forma serían impensables.
Alguien me acaba de decir en un pueblo: “ahora que tienes buenos pies, podrás
venir a vernos con más frecuencia”…
El que hayan cesado los controles en
las carreteras abre un mundo de posibilidades de viajar y desplazarse, lo que
permitirá a la maltrecha economía reponerse un poco del golpe vivido durante el
fin de año, que siempre era una fiesta y una celebración detrás de otra. Y hay
que pensar que esas fiestas eran organizadas por gente que vive fuera y que
vienen de vacaciones y son los que tienen el poder adquisitivo muy alto. Este
año no han venido, lo que quiere decir que en el país no ha habido las entradas
que había años anteriores.
El hecho de que se haya fijado una
fecha para la apertura del curso escolar, el treinta de marzo, junto a la
sensible baja del número de personas afectadas por el ébola, nos da la sensación
de que estamos muy cerca del final del túnel y de que algo nuevo podemos
recomenzar y aunque las cosas no sean como antes, por lo menos podremos seguir
soñando y tratando de construir algo bueno para los demás.
Es posible que sea una visión más
bien parcial y corta de una realidad mucho más rica, pero por lo menos es algo
que siento y comparto, con la esperanza de que la realidad confirme la situación
nueva que esperamos.
Que Dios nos oiga.
Antonio.