Desde varios sitios me han hablado de la necesidad que tienen de
agua, pero nadie me ha propuesto venir a marcar un pozo hasta ahora si no es
Pepe, el cura mejicano que está en Mange Bureh. Ese es el nombre de un pueblo
que ni siquiera encontré en internet, pero que existe, porque he estado allí el
lunes por la tarde y el martes por la mañana.
Nos puso
en comunicación Coco, el cooperante que está ayudando a los que están en
cuarentena a causa del éboa, pues suele pasar de vez en cuando por su parroquia
y le dije que estaba disponible, que bastaba que nos pusiéramos de acuerdo y que
aparecería por allí sin tardar.
Un
día me llamó y quedamos en que el lunes y el martes próximos nos veríamos.
Sugirió que fuera con mi vehículo y que él vendría a buscarme cuando estuviera
cerca para enseñarme el camino.
El lunes,
temprano, me puse en camino y fui hasta Mile 91, a unos cien kilómetros, donde
hay un hospitalito dirigido por las Hermanas Clarisas. Hasta allí me llevó mi
coche. Allí se paró y entonces llamé a Pepe para que me viniera a
buscar.
Mi
vehículo tenía el problema de un tornillo que se aflojó y provocó una avería en
el alternador. El mecánico de las monjas se lo tomó en serio y acabó arreglando
la avería en unas cuatro horas. Pero es que el coche está pensado para andar por
las pistas y en el asfalto no te puedes mover a más de sesenta, lo que hace que
los desplazamientos sean muy lentos.
Pepe tenía
un retiro con los catecúmenos y no podía venir a buscarme de inmediato, lo que
me permitió dedicar un buen rato a estudiar la lengua, cosa que siempre me
acompaña para estas circunstancias.
Conocí a
Pepe en ese momento, pues antes sólo le había hablado por teléfono o en los
e-mails que me había enviado. Me dio una impresión muy agradable y le sentí muy
cercano desde el primer momento. Me habló de varios sitios para lo del agua,
pero en especial en un pueblo que está rodeado por la marisma y que cultiva
mucho arroz, pero que tienen falta de agua potable y cada vez que cavan un hoyo
les sale agua salada.
El lunes
cuando llegamos era ya demasiado tarde para pensar en ir a los pueblos, así que
nos encontramos tranquilamente, compartimos un buen rato de charla y la cena.
Estuvo presente Coco, el cooperante que conocí hace unos meses y que trabaja con
la gente que está en cuarentena por el ébola, y es que también ha estado
haciendo ese trabajo en la parroquia de Pepe, pero como ha visto que Pepe está
bien organizado, ha preferido ir a otros sitios donde hace más falta y que están
peor abastecidos.
Tuvimos un
agradable momento en la cena en el que hablamos de muchas cosas y en especial de
la situación de los pueblos que no tienen agua y de los que están en cuarentena
a cuenta del ébola. Parece ser que el número de casos está aumentando y que el
gobierno está pensando en volver a las restricciones para viajar a fin de poder
controlar la situación.
Con
Pepe preparamos sobre el plano la estrategia a seguir el martes y nos fuimos a
descansar para estar en forma para lo que nos
esperaba.
Nos
levantamos temprano, celebramos la misa con la gente en la parroquia, rezamos un
rato en casa, desayunamos y salimos hacia los pueblos.
El
primer sitio que visitamos es el terreno que han aplanado para la construcción
de una escuela y allí marqué un sito favorable para escavar un pozo. No es algo
que vayan a hacer de inmediato, pero puede esperar el momento
oportuno.
|
Otro sitio para buscar un pozo... Cerca de la escuela del pueblo. |
|
Otro punto donde se puede encontrar agua... Esperemos que tengan agua suficiente... |
Después me dijo Pepe que tenía también en programa visitar algunas de las
familias que están en cuarentena. Me pareció muy interesante el poder estar
cerca de esos que han tenido una experiencia fuerte en sus
vidas.
Estuvimos en varias casas y en todas estaba el cordón que indicaba el
aislamiento. En la mayoría de ellas había militares que vigilaban. Me imagino
que tienen poco que hacer cuando hay alguien que decide escapar, pues se han
dado varios casos y la realidad es que no los llegan a controlar, con el riesgo
que implica de contaminación una persona que huye en esas
circunstancias…
Y es que
nos resulta difícil comprender, pero nos tenemos que meter en su mentalidad para
ver que no tienen la misma idea que nosotros de la enfermedad. Muchos piensan
que es algo que envían los espíritus y que no hay nada que hacer contra eso… Y a
ver quién logra cambiar esa forma de pensar…
Recuerdo ahora
cómo cada vez que moría un joven en el norte de Benín o Togo, los demás jóvenes
del pueblo, huían durante una semana al bosque y se rapaban la cabeza… Para que
la muerte que se había llevado al compañero, no se los llevara a
ellos…
La realidad aquí
es que la gente no está convencida de que se trata de una enfermedad, cree que
es algo mágico, y no admite fácilmente que el tratamiento es el que les
sugieren, y se puede esperar cualquier reacción, una de las cuales es la huida y
el consiguiente riesgo de que si el que huye está infectado, pueda provocar
cientos de nuevos casos… Y con eso vivimos y en ese ambiente nos
movemos.
Después de haber
visitado varias casas y rezado con ellos, te vas acostumbrando a la situación
que al principio resulta muy impactante. Yo había vivido esto ya hace unos meses
en nuestra parroquia y me parecía algo muy lejano. Ahora lo he visto de nuevo
muy de cerca y me ha recordado que estamos en una situación nada segura y que
tenemos que seguir haciendo todo lo posible por sensibilizar y educar a la gente
con la que estamos.
Y volviendo a
nuestro tema del agua, por fin llegamos al pueblo, donde también hay varias
casas en cuarentena… Allí empezamos por saludar a los de la cuarentena y luego
fuimos hacia el sitio que habíamos marcado en el plano. Apareció el punto y
pusimos el hierro correspondiente como testigo. La gente nos miraba incrédula,
pero al mismo tiempo esperanzada. Yo le pedía a Dios, que lo mismo que Pepe
rezaba con los de las casas en cuarentena, también pudiera un día hacer lo mismo
cuando hayan encontrado el agua que tanto necesitan.
|
Esta familia ha estado en cuarentena y ya hace días que salieron de la prueba. |
|
Rezando con la gente que está en cuarentena... Era su último día... |
|
Hablando con uno que está en cuarentena.. |
El pueblo es
grande y esparcido en el arrozal inmenso y pintoresco. Después del primer punto,
pasamos al lado de la escuela, que ahora está cerrada. Allí también encontramos
el sitio que habíamos buscado en el plano y pusimos nuestro hierro como señal.
Allí les hice un juego de magia para que vieran que lo que les parecía
imposible, era posible y, espero que se lo creyeran también con respecto al
agua.
El tercer sitio
fue ya más de lo mismo, y luego ya hablaban de comenzar a trabajar en los tres
sitios a la vez. Pepe les sugirió que uno a uno las cosas irían más seguras y
mejor organizadas. Sueño con que la realidad sea despertar de una pesadilla a un
“tenemos el agua que necesitamos”.
Volvimos a casa
donde el coci ya había preparado la comida y nos regalamos con un cocido con
pollo al que añadimos el arroz. Me resultó agradable, así como la conversación
que mantuvimos todo el rato.
Acabada la
comida subimos al coche y pusimos rumbo a Mile 91, donde me esperaba mi coqueto
Suzuki, que me trajo a casa a paso lento, pero seguro. Vine con Iván, el
muchacho que me acompañaba y a quien dejé con las Clarisas porque más que para
viajar, estaba para reponerse de una infección que tenía y quien estaba muy
contento de la experiencia que había tenido del encuentro con un grupo de críos
que hacen el catecismo donde las hermanas y se preparan para el bautismo en
pascua.
En el
camino hacia Mile 91, compartimos muchas cosas, lo que me ayudó a comprender
formas de hacer y actitudes de unos y otros. Me sentí muy relajado y a gusto en
el viaje y le agradezco a Dios el que me haya dado la oportunidad de salir, de
compartir y de disfrutar con gente tan estupenda.
Desde casa, con
un cierto reposo y tranquilidad, y en un momento de la noche en el que ha venido
la luz, escribo esto para compartir con tanta gente que nos sigue, a la vez que
agradezco a Dios la experiencia que me ha permitido vivir y le pido que tenga
compasión de Pepe y de esa gente que sufren tanto la falta de agua, que su
cuaresma de sufrir acabe en una pascua de gloria llena de su agua que da
vida.