Amanezco con ánimos renovados, pues he dormido bien y
sin pesadillas. Las pastillas creo que han hecho su efecto y participo en la
misa con la comunidad. Sigo con la flojera de ayer y con las pocas ganas de
comer. A duras penas ingiero algo antes de tomar los medicamentos y descanso un
rato. Me lavan la ropa sudada y un rato, de sentado, sigo la colocación de
cosas la habitación. Viene a visitarme el obispo, que ha participado en un
funeral y se interesa por la salud y por los libros traídos de Nigeria. Los
intentos de conexión a internet no dan resultado y sigo en la incomunicación.
Tampoco me siento con fuerzas para salir a la calle y asumo con paciencia la
situación de aislamiento.
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