Es fin de mes y pensamos en Don
Bosco. Nos levantamos sin luz, pero luego en la iglesia la hay y tenemos la
oración de la mañana un grupo aceptable. En la misa les invito a dar gracias a
Dios por Don Bosco y su obra y a pedir por intercesión de san José que nos
proteja a todos y a la Iglesia en particular, como el papa ha pedido que
recemos de manera especial este mes.
Me pongo al teléfono y no es fácil
contactar con unos y con otros, pero al final llego a hablar con los maestros,
voy a un pueblo y me llevo al director de una escuela a visitar a otro maestro
que ha tenido un percance y le han robado. Ambos están encantados y nos
entendemos para tener una reunión con los demás maestros mañana de forma
inesperada, pero necesaria.
Vuelvo a casa a la hora de comer y
con cansancio, pues los caminos dejan que desear, pero contento de haberme
encontrado con los maestros y saludar a los críos de las escuelas y así poder
adelantar en el trabajo de formar equipos con ellos.
Una buena siesta, aunque sudando, me
permite recuperarme y salir a dar una vuelta, cortarme el pelo y volver para la
hora del rosario, que hoy es especial, la clausura del mes. Hay unas ochenta
personas y en cuanto comenzamos a rezar alrededor de la iglesia, comienza a
llover y lo hacemos en el interior, pero dando vueltas alrededor de los bancos
por el pasillo exterior. Buena experiencia con las velas y los cantos.
He hablado con Freetown y hay
contenedor en preparación y lo voy anunciando. He hablado en el whatsapp con
Jose Mari en Pamplona y me ha prometido además del contenedor, ayuda para dos
pozos, que haré en la cárcel de las mujeres y en un pueblo sin carretera.
Fin de mes y buen momento para
agradecer a Dios y a don Bosco por el mes vivido, por el trabajo realizado y,
sobre todo, por la esperanzas que tenemos en que el proyecto que llevamos entre
manos sea un agente de cambio de los habitantes de los pueblos, los niños y jóvenes
en particular.
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