Aventura… Aventura… Aventura…
Digo misa en Madonna y a la vuelta tenemos el viaje
preparado. Pensamos llevar a la frontera de Liberia a Edwin, el salesiano de
aquí de Bo que ha pasado unos días con su familia y que está destinado a
Monrovia. La cosa empieza con mucho entusiasmo, pensamos hacer una salida
comunitaria y acompañarle en su viaje hasta la frontera donde otros salesianos
le vienen a esperar; pero la realidad se convierte en una aventura
que por suerte hemos salido bien parados de ella.
La carretera está asfaltada con algunos baches al principio.
Luego comienza un trozo que se ve que están construyendo, (es la famosa
carretera que correría cercana a la costa atravesando todos los
países de esta zona africana) y hay sitios asfaltados y otros que están en
tierra, pero se va pasando con una cierta soltura. Lo serio va viniendo poco a
poco, cuando la carretera se hace camino y el camino está lleno de hoyos llenos
de agua porque ha llovido y así nos vamos apañando y avanzando hasta que
llegamos al río que hay que pasar con un transbordador y que, aunque tenemos
que esperar un rato, lo pasamos sin novedad.
Y ahora viene lo bueno de la película, pues comenzamos con
el camino cada vez más accidentado. Hay grandes plantaciones de palmeras de
aceite y de árboles del caucho y el camino se complica por momentos. Nos
encontramos con unos camiones que están entrampados en la vía y que a duras
penas podemos sortear y acto seguido, muy pocos kilómetros, hay una pendiente
arcillosa tan deteriorada que nos parece imposible poderla bajar, cosa que
logramos y… hacemos frente al siguiente reto que es atravesar un río
que va bien crecido, tiene unos cuarenta metros y en la zona central puede
llegar a los setenta y cinco centímetros de profundidad. Un chaval que hemos
cogido en el camino nos hace la demostración pasando de un sitio a otro…
Pero
Edwin, dándose cuenta de la situación y aprovechando que hay una moto taxi que
pasa, descarga sus maletas y con la moto cruza el río… Esperemos que tenga
suerte. No sabemos a qué distancia queda la frontera ni lo que se va a
encontrar…; pero nosotros estamos bien preocupados de lo que nos queda en el
camino de vuelta y en particular la primera pendiente arcillosa que, pienso que
es un auténtico milagro…, el vehículo ha subido poco a poco y con algunos
titubeos, pero que cuando nos hemos visto arriba y con el coche bien salpicado
de barro por todas partes, hemos rezado el rosario dando gracias a María
Auxiliadora… Me gustó el comentario de Joseph… Por ayudar a los otros nos
metemos en estos líos… Justificando nuestra buena voluntad de acompañar a Edwin
hasta la frontera.
Las otras dificultades del camino las superamos sin mayor
preocupación, pues aunque hay tramos difíciles, nos parecen sencillos
comparados con el que hemos pasado el primero. Y pensar que hay motos taxi que
hacen este camino… Y que hay un par de vehículos que recorren este mismo
itinerario cada día… Uno de estos vehículos llevaba cinco jóvenes en la baca…
Imagino que son los que casan al vehículo de los charcos cuando se atora…
El camino se hace cada vez más largo y cansado. El paso del
ferry nos lleva un buen rato, pues hay que esperar a que venga desde la otra
parte. Allí encontramos a dos que quieren venir a Bo y que tienen los cielos
abiertos cuando ven que tenemos sitio y todos estamos contentos cuando más
tarde de las ocho, después de doce horas de coche en el que hasta hemos comido
sin detenernos, nos sentimos contentos de llegar a casa. La realidad es que n o
hemos llegado a recorrer trescientos kilómetros… Pero suficiente para vivir
aventuras.
También hubo el detalle en el camino de un árbol que se
había cruzado y no nos dejaba pasar, pero por suerte aparecieron con
una moto-sierra que en pocos minutos despejó la vía para dejarnos pasar.
En África siempre hay aventura, te la busques o te aparezca
ella, pero la de hoy ha sido algo muy positivo para nosotros, pues nos ha
mantenido unidos y sintiendo que merece la pena meterse en líos para ayudar a
los demás.
PD: Edwin nos ha hecho saber que ha llegado a destino.
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