Voy
a rezar a Towama. Llego pronto y trato de mirar al cielo, pero está tan
cubierto de nubes que no se ve ninguna estrella y comienza a chispear. Hay
algunos que vienen a misa a tiempo y cuando comenzamos, también lo hace una
abundante lluvia que nos acompaña durante toda la misa y que hace que nadie más
venga.
En
el camino de vuelta la lluvia sigue y no hay un alma en la circulación y sí
abundantes charcos bien llenos de agua. Cuando llego a Madonna, a la hora en
punto, me encuentro con que hay dos personas y la lluvia sigue cayendo. Al
final de la misa éramos ocho donde solemos ser más de cincuenta… Esto pasa cada
vez que llueve, pero acaba escampando y cuando vuelvo a casa la lluvia ha
cesado y luce el sol.
Después
del desayuno preparo algunos papeles y visito a los catequistas. Luego voy a
visitar al obispo que me recibe muy amable. Hablamos durante un buen rato
comentando cosas de la parroquia y de los pueblos. Fijamos una fecha para los
sacramentos en Nagoyon. Tendremos dos bodas y más de veinte bautizos y primeras
comuniones de gente menuda. Es una comunidad que va dando los pasos para
afianzarse y ser un ejemplo para los otros pueblos.
Entre
las cosas de las que hablamos el obispo me dice que está haciendo un sitio para
rezar a la Virgen en su residencia, al exterior, pero que no tiene una estatua
adecuada, que si le puedo encontrar una. Le prometo que haré lo que esté en mi
mano para buscarla y espero si con suerte en un contenedor pueda venir…
Después
de comer me encuentro con un carpintero que me parece una aparición. Es alguien
que conocí hace tiempo y que siempre he tenido muy buena impresión de lo serio
y responsable que es en el trabajo y me dice que viaja a Freetown. Le encargo
que me lleve los papeles que tenía que enviar para obtener el visado y de paso
pensamos en qué podríamos hacer para acoger a chavales jóvenes que quieran
aprender la carpintería. Me dice que está dispuesto a hacer lo que pueda por
ellos… Pienso que con gente así se puede soñar en hacer algo bueno por los
otros.
Vuelvo
a visitar a los catequistas, me voy a cortar el pelo. Es la segunda vez que me
lo corta y el pobre peluquero está nervioso y no sabe qué hacer. Le doy
confianza y le digo que va bien… No me importa cómo ha quedado porque dentro de
un mes ya no se notará el corte.
Voy
a rezar el rosario en un pueblo y a la vuelta hablo con la monja que me ofrece
la posibilidad de estar con los catequistas mañana por la tarde. Se lo
agradezco y comienzo a pensar en lo que les voy a decir, pues tendré poco
tiempo y quiero tocar varios temas, la oración en los pueblos, el catecismo,
las parejas…
Hay
luz, internet funciona a ratos y ahí estamos con la crónica.
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