He pasado la noche bastante bien. Sudo y me cambio la
camiseta y logro dormir lo suficiente para estar en cierta forma por la mañana.
Joseph se ha levantado para la misa, pero me deja presidir porque no está en
forma para ello.
Después del desayuno tenemos un rato de reunión
comunitaria. No me entero de mucho porque los efectos de las pastillas para la
malaria se hacen notar en los oídos y no oigo bien. Viene Lothar, el salesiano
que está en Freetown y que está a punto de partir de vacaciones y nos saludamos
un momento. Tiene asuntos que resolver de los niños de la calle y por eso ha
pasado por aquí, además de venir a despedirse.
Me paso el resto de la mañana planificando cosas que tengo
que hacer durante la semana y tratando de no dormir para poder echar bien la
siesta y ver si puedo vencer la malaria, cosa que logro. Después de comer
duermo un buen rato y sudo abundantemente. La tarde la paso leyendo y de
reposo, pues la malaria no te permite alegrías que luego pagas.
Después de cenar tengo una reunión con Joseph en la que
tratamos de los jóvenes que están con nosotros, en particular de uno que ha
pedido renovación de votos y de quien tenemos que enviar un informe a la
provincia.
La luz viene y va y en los ratos intermedios trato de
ponerme al día en las noticias, pero la conexión es tan débil que a duras penas
veo alguna cosa en un periódico.
También preparo los víveres que llevaré mañana a la escuela
de Balei, donde el jueves celebraremos con ellos el día del niño africano.
Hemos pensado en estar con ellos y alegrarles un poco la vida con la comida que
prepararán los maestros.
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