La salida hacia los pueblos es temprano,
como cada domingo y las condiciones de tiempo son favorables, pues aunque
llovió durante la noche, por la mañana la carretera está un poco seca y, aunque
hay charcos, se puede pasar sin mucho problema.
En el primer pueblo las cosas están
preparadas antes de mi llegada y los de los otros pueblos de alrededor están
llegando con antelación. Estamos en los días más largos del año y aunque no
tengan reloj, como amanece temprano, se guían por la luz y están con tiempo, lo
que me permite comenzar la misa antes de la hora, pues todos están presentes.
Hoy lo hacemos en el pequeño recinto que sirve de iglesia y hay unos cuantos
que están fuera. Para ellos hace fresco y amenaza lluvia, así que prefieren
estar dentro aunque estén apretados. Hoy hay más de cien.
En la homilía intento no ser largo, pues
cuando están apretados los niños lo notan y hacen ruido y lloran, pero siguen
con interés cuando les hablo de tomar importantes decisiones, en especial
haciendo referencia a parejas que han decidido venir a la reunión últimamente;
pero también les sorprende el que les hable de plantar árboles como una
decisión importante o de venir a la escuela los adultos.
Como después de la misa tengo tiempo,
estoy un momento hablando con unos cuantos sobre lo de los árboles y con los
maestros de la escuela en particular para ver de tener las cosas preparadas
para el martes poder traer una nueva remesa de anacardos.
En Tikonko las cosas son bastante
diferentes. Hoy no hay mucha gente y parece que hay la resaca de la lluvia de
ayer y la no presencia al catecismo. Durante la misa se van añadiendo los que
legan tarde y al final el número es aceptable, pero les hago ver que no han
limpiado el terreno que les he pedido y les pregunto si quieren que esté con
ellos… Y antes de que puedan responder ya les hago ver que la respuesta no es
de palabra, sino de obra, y entienden que tienen que limpiar, algo que la mujer
del jefe ha programado con unos cuantos que ha contratado para que hagan el
trabajo. Me doy cuenta de su buena voluntad, pero les hago ver que el trabajo
no lo hacen otros, sino los que vienen a la iglesia y les digo que espero que
durante la semana lo vayan haciendo.
En el camino hacia el pueblo siguiente
comienza a llover, por lo que preveo que no habrá mucha gente en la iglesia, ya
que la lluvia es excusa suficiente para no venir, o por lo menos era lo que me
encontré el año pasado, y hoy también veo que las cosas van por el mismo
camino. Al final, antes de la hora de la misa la lluvia amaina y algunos más
vienen y se arregla un poco la presencia, que hoy no es numerosa.
Les hablo de la llamada de Jesús a sus
discípulos y de tomar decisiones como Jesús hizo. Creo que les sorprendo cuando
les pregunto a los diferentes grupos qué resoluciones deberán tomar para hacer
que las cosas vayan mejor y en especial la referencia a que los matrimonios
recen juntos y en familia con los hijos. He insistido bastante en la
preparación de los que vienen a comulgar, pero hoy también me refiero a los que
no comulgan y les invito a prepararse, pues Jesús nos dice a todos que tenemos
que comer de su Pan.
Me hacen ver también que hay algunos de
los asiduos de cada domingo que han ido de vacaciones y que por eso no son muy
numerosos hoy, pero sigo pensando que hay más de justificación en lo que me
dicen que de realidad.
Al acabar la misa, la lluvia se vuelve a
hacer presente y los que pueden entran en el vehículo para que les acerque a su
destino, lo que hago con gusto, pues ofrecer un servicio es cosa a la que estoy
siempre dispuesto y de manera especial cuando lo necesitan.
En casa las cosas han seguido su camino
normal. Un cura ha venido a decir la primera misa y Joseph ha estado para la
segunda. Además hoy tiene una especial a las dos de la tarde de una familia que
celebra un aniversario y lo han querido hacer juntos y en la iglesia. También
me he encontrado con Paul, el salesiano que es de aquí y que ha venido a
visitar a la familia. Nos saludamos y, como me dice que va a estar varios días,
nos citamos para otro momento.
Después de la siesta y leer un buen rato,
me encuentro un momento con Joseph. Hablamos de su viaje, intercambiamos
noticias y luego se va a dormir, pues no durmió bien durante la noche y está
cansado del viaje y de las misas.
La oración de la tarde la tenemos con luz.
Luego se va y estamos mucho tiempo a oscuras y a altas horas de la mañana
vuelve, lo que me permite ver las noticias y seguir el resultado de las
elecciones.
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