A la luz de las velas nos
encontramos rezando en la iglesia, pues la linterna no carga y luego voy a
decir la misa a Madonna. Hoy último sábado del mes, toca limpieza y no hay
muchos presentes. Ha llovido durante la noche y el ambiente ha refrescado. La
gente lleva ropa de abrigo.
Joseph ha ido de viaje y Sergej
aparece cansado del viaje de ayer. Todo está en calma hasta después de las diez
en que comienza el movimiento. Hablo un buen rato con el fontanero y luego con
el cocinero. Es difícil comprender sus reacciones, pero por lo menos percibo en
ellos una actitud positiva. El fontanero me habla de su situación familiar. Su
esposa está en la casa de los padres desde que murió un hijo que tenía once
años, hace ahora tres años… Me dice que no sabe rezar… Le animo, le digo que yo
rezaré con él, intentamos hacerlo, pero no sabe las oraciones corrientes y
conoce muy poco inglés… Por lo menos en un momento veo que los ojos se le ponen
vidriosos y le aparecen las lágrimas… Nunca se ha sentido tan a gusto, me dice…
Lo del cocinero llevará más tiempo, pero también llegaremos.
Después de la comida y un poco de
siesta, voy a los pueblos. Están trabajando en la construcción y las cosas
avanzan. Llevo una tonelada de cemento, no sea que se les acabe lo que hay y
nos quedemos colgados. Los maestros hoy no vienen, pues les he dicho que
podemos reposarnos un poco después de lo trabajado en la semana.
Las parejas tardan en venir. A un
cierto punto me pregunto qué hacer. Comenzamos la reunión y van apareciendo, al
final había ocho parejas y varios más que el otro estaba en alguna situación
inesperada. Pero lo que me llama la atención es el ambiente que se va formando
y lo a gusto que se sienten cuando hablan y comparten lo que viven. Les hago
ver que estas reuniones son un inicio de muchas cosas que pueden cambiar y
cuando les hago referencia a la tradición que nadie se atreve a cambiar y que
en grupo eso es posible, me reconocen que es verdad y que tienen que seguir
trabajando en este sentido.
Hay una cosa que siempre les he
dicho muy clara, que estoy con ellos para acompañarles, no para hacerles su
trabajo, y me parece que quieren comprender la cosa. Se sorprenden de ver que
han comenzado desde la semana pasada cuando nos reunimos por primera vez los
jefes de seis pueblos y cómo les dije que entenderse con el que corta la madera
es su cometido y ellos se han dado cuenta y esta semana el que corta los
árboles ha estado trabajando para un pueblo y seguirán los otros.
Me llama la atención el comentario
que hace uno de los presentes cuando dice que para ver a Jesús no nos hace
falta ir lejos, que en la construcción que estamos haciendo le podemos ver,
pues sólo lo que estamos haciendo es un auténtico milagro… Los otros reconocen
que es una realidad lo que está diciendo y lo que todos estamos viviendo.
Nos sentimos a gusto y el tiempo
pasa rápido y no me preocupa llegar tarde al pueblo siguiente, pues hay tres
personas que esperan para el catecismo y escuchan lo que les dicen los que han estado
en la reunión y sienten ganas de participar la semana que viene. Aquí rezamos y
les doy la bendición, pues no da para más.
En el pueblo siguiente hoy los del
coro han llegado con retraso porque hay alguien que ha muerto y han ido a la
casa a saludar a la familia. Tenemos un rato de conversación y les vuelvo a
decir la idea de la coral, que es ayudar a los fieles a mejor vivir la
eucaristía a través del canto. Leemos el evangelio que aún no han leído y
pensamos en cantos apropiados para la celebración de mañana. Me fastidia no
conocer muchos cantos en su lengua y que tampoco hay un libro de cantos
editado, pero algo hacemos.
En casa hay luz del generador que se
apaga pronto. A oscuras veo la invasión de hormigas aladas que han entrado en
la habitación, pues se quedó la bombilla encendida… Toca de nuevo hacer
limpieza de los cadáveres.
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