Para
mí es un día especial, pues es la patrona de las adoratrices, de las
que una de mis hermanas forma parte, además de otros muchos lazos
que tenemos anudados durante mucho tiempo. Voy a rezar a Mattru, como cada
jueves. Ha llovido y el camino está mojado, pero la procesión sigue viniendo
hacia la ciudad cargados con cosas para vender. Los que están para rezar hoy no
son muchos, pero son los que suelen estar regularmente. Vienen también algunos
estudiantes interesados en venir en el coche a la ciudad y ahorrar el viaje a
pie. En el camino compro un saco de carbón y lo hago a un crío que venía bien
cargado. Me llama la atención que su padre que venía a su lado, le ha dicho que
se vuelva para casa. No he visto quién se ha quedado con lo que he pagado.
El
día está lluvioso y me paso la mañana en la iglesia ante el Santísimo, rezando
y pidiendo a la fundadora de las adoratrices un milagro, que ya se lo había
pedido por carta a la supe hace dos días, y es su presencia entre nosotros… Por
eso hablo de un milagro…
Tengo
herramientas de la obra que hay que reparar y las llevo al soldador en un
momento para que durante el día las arregle y las pueda recuperar a la tarde.
Por
la tarde en la adoración hay un grupito de mujeres y después en la misa algunos
más. Les cuesta acostumbrarse a esta manera de oración, pero espero que con el
tiempo las cosas vayan cambiando.
Doy
a los de la cáritas un lote de comida que van a repartir el viernes a la gente
que lo necesita. Están contentos con lo que les doy y me prometen intentar
comenzar con las parejas, algo que considera un milagro también en el día de
“la santa”, pues hasta ahora por más que he insistido, no he tenido
ninguna respuesta.
Sigo
con el coci y hoy no le he dedicado mucho tiempo, pero le veo que tiene
voluntad de hacer las cosas y me explica por qué hace una u otra cosa, positivo
avance.
La
luz nos visita un rato, pero pronto se va y pasamos la noche en la oscuridad.
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