Durante
la noche me despierto congelado de frío. Me cambio de ropa porque está mojada y
me abrigo. Me cuesta más de una hora volver a recuperar el calor y dejar de
temblar. Es lo que tiene el paludismo. Luego logro dormir y me recupero un
poco. Por la mañana no me encuentro en forma y me levanto más tarde que de
costumbre. He sudado y me siento cansado, pero es lo que pasa con el paludismo.
He
pasado la mañana desde que levanté en la iglesia, es jueves y estoy en la
adoración del santísimo. Sudo en abundancia, pero no me encuentro mal. Después
de comer duermo un buen rato la siesta y vuelvo a la iglesia. El tiempo se pasa
sin mayor dificultad hasta la hora de la misa. Me siento débil y los oídos me
zumban, pero digo la misa sin problemas.
Después
de cenar llegan desde Freetown Jorge, Andreas y un trabajador de la ong que
mañana irán a ver una granja que tienen unos argentinos en una zona no lejana
de aquí, pero que no hay carretera asfaltada. Les acompañaré para ver el
trabajo que hacen y aprender para ver si podemos hacer algo parecido en los
pueblos.
Cenan
y después tenemos un rato de animada conversación, en particular sobre lo que
tenemos entre manos como proyecto en Bo. Me siento a gusto y no parece que
hubiera pasado anoche lo que pasé. Esperemos que dure, pues la malaria es capaz
de volver cuando no te la esperas.
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