Nos
levantamos sin luz y la oración es a la luz de las linternas. Voy a decir la
misa a Madonna. Hoy el grupo es más normal en número y siguen atentos la
celebración.
Después
del desayuno hablo un rato con el cocinero. Sigo viendo que hay bastantes cosas
que no entiende cuando le hablas y tener paciencia es importante en estos
casos. Me voy al taller del mecánico y les pido el aceite de los cambios en los
motores, pues es lo que usaré como preventivo en la madera de la iglesia y a la
vez me doy una vuelta por el mercado que está abarrotado.
Después
de comer voy a Nagoyon a ver los trabajos de la iglesia y suerte que llegué
pronto, pues el albañil pensaba hacer una pendiente en el tejado que ni en los
países nórdicos para que deslice la nieve. Hemos discutido un buen rato. Nos
hemos sentado y con papel y lápiz hemos hecho dibujos de pendientes y hemos
medido la pendiente de varios de los edificios en el pueblo. Para concluir,
tendremos unos piñones de una altura de alrededor de dos metros. El albañil
quería cuatro metros, pero me parece demasiado jaleo para poca cosa.
Vienen
a cenar Augustine, el salesiano que cantó misa hace poco, y su madre. Llueve y
agrada algo caliente. Estamos de sobremesa un buen rato y hablamos de los temas
más variados. Al final le damos unas galletas de las que vinieron en el contendor
y todos contentos.
Por
suerte acabamos teniendo luz y eso es algo que se agradece.
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