22 de julio
Amanecemos sin luz y la oración es a la luz de las
linternas. La misa sigue su curso y después del desayuno y la limpieza voy a la
cárcel a rezar. Hoy me han querido parar, pero al final he logrado entrar y
estar un buen rato con los presos que han venido a rezar y con quienes logro
tener momentos muy agradables, en especial cuando comentan la experiencia que
cada uno ha tenido durante la semana. Logran vivir como amigos y ya no solo
dos, sino varios más, lo que hace que el ambiente sea diferente y se haga notar
en el patio, algo que me alegra, pues es la forma de cambiar la vida de los que
están dentro y por ello le doy gracias a Dios.
Vuelvo para la reunión del consejo de la parroquia,
que nos lleva el resto de la mañana. Varios temas en cartera, entre ellos la
tercera ordenación que tendremos en la parroquia este año en el mes de octubre
y que ya hay que pensar en preparar buscando fondos.
Por la tarde intento ir a los pueblos pero el vehículo
se niega. Hay algún fallo en la electricidad, que me hace llamar al mecánico,
pero entre que tarda en venir y que está lloviendo a mares, prefiero quedarme
en casa antes de tomar cualquier otra precaución.
He intentado telefonear a los que puedan estar en el
pueblo, pero no hay cobertura y otros no responden. Las cosas por aquí son
bastante primitivas y a ello hay que acostumbrarse. Creo que es la primera vez
desde que estoy por aquí que un sábado no voy a los pueblos pero alguna vez
tenía que llegar.
Entre otras cosas puedo leer, mientras espero
pacientemente que el mecánico venga, porque, además, está lloviendo y las motos
no circulan cuando llueve. También encuentro un momento para rezar, cosa que
siempre es positivo y alentador. Por la noche me voy pronto a la cama, pues
además con el catarro que arrastro,, duermo más de lo que suelo
dormir y aprovecho para estar descansado que el día se presenta movido.
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