Como
es último sábado de mes, toca limpieza y las calles hasta las diez suelen estar
desiertas o poco transitadas. Después de la oración, voy al vehículo y no
arranca… Paciencia y a pie me dirijo a Madonna. Hoy no hay motos y hago todo le
camino a pata, un paseíto agradable, pero que como estoy mirando la hora, llego
sudando…
La
misa es algo agradable. Trato de hacerla familiar y cercana. Hay alguien que
cumple los años y lo celebramos. Les animo a que se acerquen y yo estoy cerca
de ellos… Intento formar un cierto ambiente de cercanía. Creo que lo sienten,
pues al salir me saludan y uno me acompaña en el trayecto de vuelta y me enseña
un atajo que no conocía para llegar pronto a casa.
Cuando
llegamos hay quienes esperan para limpiar la iglesia y quieren la llave. Es que
el último sábado solemos hacer la misa por la tarde en la gruta. También están
los monaguillos que vienen para lavar los ornamentos y paños que se usan en la
iglesia.
Segej
se prepara para ir de vacaciones, Joseph ha salido temprano a Freetown para un
funeral de un allegado y Christian tiene reunión con los monaguillos en la
catedral.
Tenemos
luz, internet funciona en muy pequeña cantidad y, mientras haya luz intento
enviar correos y leer las noticias, aunque todavía no lo he logrado.
Llamo
al mecánico y me prometen venir después de las diez que es cuando se puede
circular, Vienen, cambian la batería del coche y ya está disponible para cuando
le necesite.
Después
de comer salgo temprano hacia los pueblos, echo carburante y compro lo que
necesitan en la obra y en marcha. Da gusto sentir que el coche ha sido
arreglado bien y se circula por la pista cada vez con mayor
dificultad, pues las lluvias deterioran el firme.
En
Nagoyon están trabajando en la obra. Ha llegado la arena y están haciendo
encofrado para el cincho de arriba y les lleva mucho tiempo. Saco algunas fotos
y voy a ver el sitio donde trabajan la madera. El grueso árbol está cortado y
lo están despiezando. Es un trabajo que pide un esfuerzo muy grande y trato de
animar a los que están alrededor de la moto-sierra.
La
reunión de maestros no es numerosa. Hoy hago un buen rato catecismo explicando
aspectos del tiempo pascual y leyendo un trozo del evangelio y tratando de
hacerlo comprensible y viendo si me siguen, algo que se les hace cuesta arriba.
Las
parejas van apareciendo. Hoy ha venido conmigo desde Tikonko una nueva, un par
de jóvenes que me dan buena sensación y luego aparecen algunos más. La
comunicación es fluida, pero les hago ver que no se trata sólo de contar
experiencias de las parejas, sino de ver qué impacto tenemos en el ambiente que
nos rodea… Eso me parece un trabajo más lento y complicado, pero no por ello
voy a ceder en el empeño.
Sigo
con un encuentro con los que están dirigiendo los trabajos de la construcción,
viendo lo que hacen y lo que necesitan y, como el tiempo se ha pasado y la
lluvia se hace presente, nos refugiamos en la iglesia y rezamos el rosario
antes de venir a Tikonko y hacer lo mismo en casa de un médico americano que
tiene adoptado un crío de aquí que es muy retrasado. Nos conocemos y
nos apreciamos. Le gusta el hecho de que vayamos a rezar a su casa y le veo
cómo cuida con primor del hijo que ha adoptado, que a veces no es fácil porque
ha crecido y es un cuerpo con fuerza, pero no con razón y para dominarle hace
falta saber hacerlo y su padre lo sabe hacer.
Sigue
la lluvia y en el camino hacia casa, ya de noche, me acompañan algunos que
vienen a la ciudad. Estar acompañado es bueno y rendir un servicio a quien lo
necesita también.
En
casa tenemos luz y después de cenar leo las noticias y envío algún correo, pero
skype no hay manera. Cuando estoy en esto, llega Joseph, candado y contento del
viaje. Le animo a que descanse que mañana de nuevo viajará.
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