La mañana se presenta tranquila. Hago las
labres de casa y cuando me traen agua la colada que ya tenía acumulada ropa.
Después hay reunión del consejo de la parroquia, d diez a doce, que llega hasta
la una y le sigue la comida para los presentes, algo muy sencillo, una arroz
con pescado que todos tomamos en armonía.
Echo un rato la siesta y salgo hacia los
pueblos, pasando por el hospital donde visito a una señora que está enferma y
llevo a su marido al pueblo. Pero antes de llegar a destino paso por Tikonko
donde voy buscando las parejas que han prometido venir. Rengo que esperar un
rato, pero al final llegan y eso me da tiempo para visitar otras familias
cercanas, entre ellas una señora mayor a quien prometo que mañana le traeré la
comida que me pide.
En la reunión las cosas pasan normalmente,
hay bastante buena comunicación y la experiencia que una pareja comunica es la
alegría de entenderse entre ellos, algo que hasta hace muy poco era una batalla
cada día. Y en esta situación les animo a dar gracias a Dios por lo que están
viviendo y les digo que lo tienen que comunicar a los otros, que para eso nos
da los regalos Dios. Lo oyen, asienten, pero ir a rezar con los otros, les
cuesta y se retraen.
En Tikonko tenemos un rato de catecismo.
Van viniendo la mayoría de los que están en la lista y luego vamos a rezar el
rosario al dispensario donde hay una familia que nos recibe. Hay una treintena
de personas y nos acomodamos en unas escaleras en la entrada.
Vuelvo a casa con el que había llevado al pueblo y
le dejo en el hospital junto a su mujer. Estoy cansado y no tenemos luz, por lo
que aprovecho para dormir lo que pueda, que mañana espera día
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