Tenemos la misa por la mañana, a la hora
acostumbrada. El número de los asistentes es el de todos los días. Está
Agustín, el salesiano diácono que luego nos acompaña en el desayuno. Joseph
sigue los trabajos que se hacen en la casa y los clérigos se preparan para ir a
una reunión que tienen en la capital, mientras yo voy a la escuela de Balei
donde me reciben con alegría.
Tienen los árboles que les llevé el otro
día protegidos con ramas de palmera y durante un rato maestros y alumnos de los
cursos mayores tratamos de ver en el encerado características de los anacardos
y cómo hay que plantarlos. Es algo que conozco, pues son los árboles que ya he
plantado en otros sitios y aquí uno de los profesores me reconoce que saben muy
poco de estas plantas, pero le tranquilizo cuando le hago saber que yo tengo
conocimientos sobre ellos.
Después de un buen rato de intercambio de
información y preguntas y respuestas, vamos sobre el terreno para intentar
hacer los trabajos de marcar los puntos donde se han de plantar, cosa que nos
lleva mucho más tiempo de lo que me esperaba y que tengo que dejar inacabado,
pues el tiempo se me echa encima. He estado tres horas con ellos en la escuela
y se les han hecho cortas, lo mismo que a mí, pero estoy cansado del esfuerzo y
vuelvo a casa contento de ver que hemos comenzado alguna cosa positiva en la
escuela.
Los trienales ya se han ido y Joseph está
diciendo misa a un grupo de gente del centro de pastoral. Como y duermo un rato
la siesta, pues la tarde va a ser larga también.
Al levantarme me encuentro un ratito con
Joseph y los dos compartimos lo que tenemos que hacer, él en la parroquia tiene
ratos de encuentro con la gente y formación para los que quieran venir. Les
hablará del año de la reconciliación; yo me voy a los pueblos, y la lluvia ha
comenzado a caer abundantemente, pero al pasar unos kilómetros el camino está
seco y ni rastro del agua.
En Casama, el pueblo cercano al río, nos
reciben con alegría y cuando voy a dar la vuelta para saludar a la gente, nos
sorprende una lluvia que dura una hora. Me pongo a techo en el primer sitio que
me ofrecen cerca del río. Trabo conversación con un joven que me promete venir
a rezar la semana que viene… Se juntan en aquel sitio para fumar… Por lo que veo
la droga es algo que se extiende por doquier en el país…
Mientras estamos hablando me sorprende que
hay una culebra subiendo a un árbol. Como está lloviendo nadie sale de su
sitio; pero un rato más tarde la culebra se ha descolgado del árbol y pasa por el
techo de la casa donde estamos y entonces reaccionan y la matan. Luego veo el
cadáver, es de las negras que escupen el veneno.
Cuando una hora más tarde ha parado un
poco de llover nos juntamos en la escuela y rezamos antes de que hable a varias
de las parejas que han venido, en particular los que la semana pasada se
peleaban… Me reconocen lo que les digo: las peleas llegan cuando no rezan
juntos y les digo que pelearse no es lo malo, que es algo que puede llegar,
pero lo malo es no ser capaces de rezar después.
Alguien me hace la pregunta si es posible
rezar después de una pelea, para lo que les ayudo a comprender que en una pelea
nadie gana, que los dos pierden y que no es el que más grita el que tiene más
razón, sino el que entre los dos es
capaz de darse cuenta de que discutir no es la solución y decide parar la
pelea. Les digo que dos no se pelean si uno no quiere… Y se dan cuanta de ello
y prometen tratar de hacer así esta semana que viene.
Antes de marcharme estoy un ratito con los
dos que se habían peleado y parece que están en vía de reconciliación, pero lo
mismo les pasa a otra pareja y el comentario que les hago es que son tan
individualistas que no se fían de los demás y que en pareja no les importa nada
si las otras parejas tienen problemas, lo que nos impide crear comunidad…
Esperemos que poco a poco se vayan dando cuenta y reaccionen, pues no es mala
voluntad lo que tienen, sino ignorancia y costumbres muy arraigadas de
desconfiar de los demás.
Llegamos tarde a Gbalehun y ya han
comenzado el rosario y también nos visita la lluvia abundante. Aquí hay unos
cincuenta rezando, la mayoría niños. El maestro me hace ver que los padres de
alumnos de la escuela no son sólo de este pueblo y que piensa convocarles y ver
si podemos hacer algo mejor con los de los otros pueblos, pues el techo de la
escuela sigue sin repararse. Quedamos de ver las cosas el viernes que viene.
La lluvia nos acompaña durante un rato en
el camino, pero luego se acaba y llegamos a casa con el camino seco, aunque
amenazando lluvia.
Joseph ha ido a visitar una familia, no
hay luz y ceno con la luz de la linterna. Me voy a dormir esperando que la luz
venga más tarde, cosa que hace y me pongo a escribir la crónica, pero las
termitas vienen a la luz y lo dejo para mañana, pues son tantas que no merece
la pena luchar contra los elementos. Además son de las pequeñas, que llegan a
miles y no sabes cómo defenderte de tanto bicho.
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