Voy a rezar con la gente de Mattru y, como cada vez, me
encuentro con la procesión de los que vienen con leña y carbón a cuestas para
sacar un poco de dinero en el mercado. Es algo que veo y me duele, pero por el
momento no estoy en buena posición para
hacer nada, mientras no haya un grupo de ellos que sea consciente y quiera
trabajar por cambiar su vida. Y el problema es que han recibido ayuda gratis
tantas veces que siguen pensando que la van a recibir de nuevo… Para mí tratar
a los adultos como niños no es la solución y si les das las cosas es lo que
haces con los críos, a los adultos hay que pedirles colaboración.
Hay es el día de estar en la iglesia rezando ante el
Santísimo que está expuesto y uno de los motivos de la oración es esta gente
que vive en la penuria de cada día, pero que no están decididos a cambiar…
Veremos a ver donde llegamos.
Vienen a verme los de los pozos y les digo que hoy no estoy
disponible, que esperen a mañana y que se organicen. Hablo por teléfono con el
jefe que está en la capital y le hago saber que no me informan de lo que hacen
y quedamos en que lo harán a partir de ahora. Piensan en comenzar el trabajo
mañana en un pueblo, pero necesitan que les marque el sitio en el que van a
comenzar el trabajo.
Por la mañana estoy solo en la iglesia. Por la tarde viene
un grupo y tienen una hora santa en la que participan y algunos vienen a
confesarse. Van acostumbrándose a ver que los curas estamos en la iglesia y
disponibles para ellos.
Durante la cena sigo comentando cosas con Joseph. Está un
poco preocupado por lo que pueda venir, pero le animo y le digo que confiando
en Dios las cosas saldrán adelante. Una buena noche de sueño, arrullado por la
lluvia, es el remedio más eficaz para comenzar una buena jornada al día
siguiente.
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