Tenemos luz y me levanto con ánimo después
de un sueño reparador. En la oración de la mañana celebramos a santa Brígida y
me acuerdo de forma especial de las monjas de Paredes que hoy es su fiesta
patronal y a quienes he prometido rezar por
ellas, pues también lo hacen por nosotros.
Hoy viene el profe y, como no vino ayer,
me ofrece un rato de clase, lo que acepto con mucho gusto y leemos los
evangelios que luego leeré en los pueblos durante la semana. También me trae un
método sencillo de aprender mende que me deja para que le eche un vistazo,
aunque no tengo mucho tiempo, pues después del desayuno me dedico a
desempaquetar la máquina de hacer formas. Hasta ahora no hemos tenido un sitio
donde ponerla y quiero ver con detalle lo que hay que hacer con cada una de las
cajas que tiene dentro el embalaje principal. Me paso la mañana en el intento,
sudo lo que quiero y más y, aunque me ducho al final, creo que acabaré con
agujetas por falta de costumbre en arrancar clavos, pues ya me duelen algunas
articulaciones de las manos.
Después de comer y un rato de siesta, voy
a los pueblos. Paso en primer lugar por el sitio donde han acabado el pozo,
Tikonko, y saco unas fotos para enviar, aunque aún le faltan los rótulos. En la
reunión con las parejas amenaza la lluvia y acaba cayendo abundante, como las
parejas, que hoy llegamos a ocho, y seis adultos más que esperan que su pareja
venga. Da gusto ver el número de los presentes cuando no hace mucho estábamos
en menos de la decena y ahora pasamos de la veintena.
En Tikonko el catecismo es otra cosa, pues
hay poca gente, pero la paciencia también hay que ejercitarla y con ellos en
especial. He leído el evangelio en su lengua y no han entendido mucho, pero
tampoco lo entienden cuando se lo leo en inglés, lo que me dice que no es solo
problema de entender. El nivel cultural es muy bajo y en la escuela se hace
bastante poco por mejorarlo.
Están contentos con el pozo y me dan las
gracias, aunque les digo que la forma de agradecerme cosas no es de palabra,
sino haciendo uso correcto de los que han recibido.
Cuando al anochecer veníamos para casa, un
pinchazo nos hace tardar tres cuartos de hora para cambiar la rueda y tenemos
suerte que no ha llovido, pues un rato antes lo ha hecho con cierto ímpetu, lo
mismo que nos pasa al llegar a la ciudad, la lluvia cae abundante y los que
vienen en el vehículo se amontonan como pueden en la cabina, pues la parte
trasera no tiene protección contra la lluvia.
Llego bastante tarde y veo que la casa
está a oscuras, lo que me hace pensar que no hay luz, pero es que Joseph ha
salido a visitar a un enfermo y no ha quedado nadie en casa. Viene sin tardar y
cenamos juntos y comentando lo que ha sido la jornada.
Ha habido luz y buena conexión, pero ahora
estoy escribiendo sin luz, y es la
realidad que vivimos durante tiempo, que la luz viene y se van con cierta
frecuencia y al final acabas acostumbrándote , aunque es más fácil
acostumbrarse a la luz que a que falte.
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