Después de unos meses en silencio, intento recomenzar la
andadura africana.
He estado unos meses en España en plan de pasar una “ITV”,
como lo que se hace con los vehículos, pues era muy consciente de que mi salud
daba signos claros de que dejaba bastante que desear y quería estar seguro de
si mi cuerpo respondía para estar en África, o si había llegado el momento de
decir basta.
Me tomé unos días de vacaciones para estar con la familia y
entre los “entendidos” escuché una sugerencia que me parecía un poco extraña,
pero que con el paso del tiempo llegó a manifestarme que no iba descaminada. Y
lo que me hablaron era que podía tener una deficiencia importante en el régimen
alimenticio. No me lo tomé en serio porque nunca me había pasado algo
semejante, pero el tiempo me fue haciendo ver la verdad de la sugerencia.
He renovado las gafas, me he pasado largo tiempo con las
visitas yendo al dentista, me han puesto audífonos para los oídos y me he hecho
varias pruebas para la memoria, algo que me fallaba de forma considerable. Para
mi sorpresa, lo primero que me dijeron era que el alzheimer estaba descartado y
que no se veía ninguna otra cosa de especial en el cerebro. Todo esto me
resultaba un poco extraño, pues yo tenía mi experiencia bien frecuente de
olvidos y otros episodios que se sucedían con cierta regularidad.
La mayoría del tiempo para estas pruebas lo he pasado en
Madrid en Salesianos Atocha, donde me han acogido de forma increíble y donde me
he sentido en casa. A todos y cada uno de los salesianos, empezando por el
director y siguiendo por toda la comunidad, tengo que agradecer las pruebas de
hermandad que he recibido. Que Dios se lo tenga en cuenta. Desde aquí, rezo por
ellos, así como por todos y cada uno de los benefactores que regularmente nos
ayudan.
El estar en la capital me ha permitido también vivir una
aventura cultural para la que me he organizado en los momentos libres, sobre
todo para visitar los museos, una de mis debilidades personales. El Prado, el
Reina Sofía, el Thyssen, el Sorolla, el de artes decorativas, el Arqueológico,
el del Romanticismo, el museo de la Ciudad de Madrid… Han sido objeto de mis
visitas, en particular en los momentos que eran de acceso libre.
Ha sido para mí una experiencia inolvidable el estar a
quince minutos a pie de la mejor pinacoteca que tenemos y poder frecuentarla
todas las tardes gratuitamente a partir de las seis, y durante dos horas, el
tiempo ideal para pasear por un museo sin que te canses y sacando un provecho
muy considerable de las visitas. Hoy puedo continuar esto mismo en internet
recordando los cuadros que he contemplado repetidas veces en el museo.
Las visitas han sido repetidas y reiterativas, comenzando
por invitar a amigos y siguiendo con los amigos que me hacía durante el tiempo
que estaba en la cola… De Argentina, Méjico, Israel, Turquía, Italia, Uruguay,
Venezuela… Todos ellos venían por primera vez y a unos cuantos les hice de
cicerone, pues ya habiendo visitado las obras varias veces, disfrutas más
viendo disfrutar a otros que haciéndolo tú mismo. Recuerdo el comentario que me
hacía el matrimonio israelí: has sido un ángel para nosotros… Me sorprendió la
ausencia de conocimientos bíblicos que tenían y les sorprendía la presencia tan
abrumadora de lo religioso en el arte… También fui con amigos y vimos unas
cuantas de las obras maestras que nos pone en el catálogo y la experiencia fue
muy agradable, pues junto a nuestra conversación sobre otros temas, también se
mezclaban los comentarios sobre las obras que estábamos contemplando.
También aprovechaba momentos en que pedía información a los
cuidadores para conocer detalles de
variada índole y ellos, siempre muy amables, respondían con acierto a mis
preguntas. Visitar la temporal de los dibujos de Goya fue un premio inesperado
un domingo por la mañana. Enterarme de que los que más visitan el museo son
extranjeros, en especial orientales y de Corea del Sur en particular, fue algo
que no me esperaba…
El Guernica en el Reina Sofía o el Profeta, estatua de
Gargallo, eran otras de las visitas que solíamos hacer después del Prado, pues
pilla a mano y cierran una hora más tarde…
Me ha dado tiempo para muchas cosas. He visitado amigos y
conocidos, además de la familia, he tenido ocasión de hablar en varios medios
de mi experiencia africana y seguir alguna que otra formación puntual en alguna
materia, leer un buen número de artículos de temas variados y hacer acopio de
libros en el “kindle”, con la inestimable ayuda de Loli, para la vuelta.
También ha habido tiempo para rezar, meditar y hacer planes.
El ver las cosas en la distancia me ha permitido tener una
perspectiva que no tienes cuando estás envuelto en ellas y te da una percepción
muy interesante de no sólo ver los árboles, sino el bosque en su conjunto, con
lo que aclaras objetivos y pones a punto estrategias a la hora de recomenzar el
trabajo.
Aún sin concluir todas las revisiones, me decidí a poner una
fecha para la vuelta, pues percibí que la cuestión de la boca me llevaría más
tiempo de lo que esperaba y la memoria se había recuperado de forma efectiva
con el simple tratamiento de una comida variada. Esto me ha hecho subir unos cuantos
kilos, pero no me importa porque en lo que llevo aquí, ya me he desprendido de
varios de ellos.
Los encuentros con unos y otros han sido muy agradables y
variados y a la hora de la despedida se
ha repetido con insistencia la pregunta de por qué vuelves, si te puedes quedar
aquí… Para mí la respuesta era con otra pregunta, ¿para hacer qué?
Y es que hay aún muchos retos aquí que esperan una mano
amiga que acompañe, una palmada de aliento que anime en el día a día y un andar
juntos por el camino de Don Bosco que nos lleva hacia el Señor.
LUNGI (SIERRA LEONA) Nuevo destino
La vuelta ha sido un cambiar contrastado, pasar de un frío
notable a una temperatura por encima de los veinticinco que te hace sudar, pues
es húmedo y a la que acabas haciéndote, pues es lo que has vivido largo tiempo
y a lo que te vuelves a hacer sin tardar.
La nueva sensación es diferente, pero a la vez es la misma,
una presencia salesiana rodeada de colegios y escuelas, que además van hasta
los pueblos y en la que hay alrededor de los cinco mil alumnos, una parroquia en
la ciudad que se prolonga en los pueblos; jóvenes y adultos con los que te
encuentras cada día, que esperan mucho de ti y a los que te entregas con la
ilusión de serles útil en su presente y para su porvenir.
Nada más llegar me han presentado al cura de la parroquia de
al lado, muy cercano a los salesianos y con quien he comenzado a visitar los
pueblos y campos en los que hay
agricultores entregados a sus labores. Simplemente el tomar contacto con
ellos me hace ver, lo mismo que cuando visito las escuelas, las esperanzas que
tienen puestas en nosotros de que les ayudemos a adquirir una dignidad en sus
vidas y a dar valor y aprecio a los medios de los que disponen para organizar
su futuro.
La comunidad con la que me he encontrado está compuesta de
cuatro salesianos, dos locales y dos de Nigeria, dos de ellos son curas y los
otros dos estudiantes que están haciendo la experiencia práctica. A algunos les
conocía, a otros no. Por el momento creo que las cosas pueden marchar. También
hay dos voluntarios procedentes de América que están aquí por un tiempo y con
los que tengo una relación amigable y cercana.
Mi habitación |
Aquí estoy por una parte intentando adaptarme a la nueva
situación, cosa que no me resulta difícil y a la vez queriendo responder a lo
que ellos esperan de mi presencia entre ellos. Tenerlos cerca no me resulta
difícil, pues la lengua que hablan, el crío, no me es desconocida, y su
mentalidad, aunque distinta, por lo que voy percibiendo, tampoco es muy
diferente de lo que he vivido anteriormente en Bo.
Veremos lo que el tiempo nos depara. Por lo menos ya hemos
comenzado la andadura y esperemos continuarla por largo tiempo. Que Don Bosco y
María Auxiliadora nos acompañen.
Antonio,
febrero del 2020.
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