Estamos en momentos de exámenes en la universidad y los estudiantes tienen bastante que estudiar. Prefieren estar largo tiempo por la noche trabajando y dormir la mañana, de forma que nosotros no vamos a rezar con ellos esta semana.
Como tenemos un hueco libre, aprovechamos para ir a
rezar a un pueblo y al mismo tiempo estar también presentes para el comienzo de
la escuela que estamos tratando de seguir de cerca para mejorar el nivel de
enseñanza. Los maestros están presentes, mientras en las otras escuelas ya están
de vacaciones. Había programadas dos semanas de descanso y se han convertido en
dos meses, con todo lo que conlleva de que los alumnos no adelanten en el
trabajo.
La visita
ha servido a los maestros de aviso para que sepan que estamos cerca y a los
alumnos para que vean que les seguimos en el trabajo que hacen.
Es allí donde me he enterado de que el jefe del pueblo
está en el hospital y he decidido ir a verle. El jefe es alguien que nunca ha
venido a rezar con nosotros, pero ha sido la persona más significativa en la
construcción del pozo, estando
presente en todos los momentos que estábamos trabajando. Siempre que
ibas, te encontrabas con él siguiendo lo que se hacía, a pesar de estar enfermo
y no poder hacer ningún trabajo de fuerza.
A una tal actitud debe responder de mi parte una
visita para darle las gracias por lo que ha hecho de animar a la gente en el
trabajo del pozo. El jefe nunca ha rezado con nosotros ni sé si acepta el que lo
hagamos ahora que está en el hospital. Le pregunto al que me ha acompañado si
podemos hacerlo y el jefe accede a que recemos, cosa que realizamos sin dilación
los pocos que estamos a su alrededor. Él sigue con devoción, pero no sabe las
palabras a pesar de que lo hacemos en su lengua. Al final se muestra
agradecido.
Sin darme tiempo a reaccionar, alguien que está en el
otro extremo de la sala me hace llamar y me dice que es catequista de una
parroquia de la ciudad y que si puedo rezar por él. Aquí las cosas son más
claras, es él quien me lo pide y junto con los que están a su alrededor rezamos
de la misma forma que habíamos hecho con el anterior.
Cuando pensaba que había concluido, alguien más me
llama y me dice que quiere que rece también por él, que viene de un pueblo que,
aunque me ha dicho el nombre, no llego a ubicarle. Me doy cuenta de que no sabe
seguirnos en la oración, pero como me ha pedido que recemos, lo hago sin
problema.
Una vez terminada la oración aquí, otro joven que está
en una de las camas cercanas me pide también que rece por él. Como habla un poco
de inglés, me permito hacerle algunas preguntas y descubro que es musulmán, pero
no le importa, quiere que rece por él y así lo hago… Aunque “esta no me la
esperaba”, que un musulmán te pida que reces por él… Pero la realidad es que la
enfermedad es una situación tan especial para ellos que cualquier cosa que se
les pueda ofrecer es una ayuda inestimable en esos momentos duros que están
pasando.
Una vez que he finalizado las oraciones salgo de la
sala, pues no queda ya nadie más en el recinto, pero cuando estoy en el umbral
de la puerta, una voz clara y nítida me llama por mi nombre y me dice que
también él quiere que rece por él. Se trata de un joven que pertenece al
movimiento misionero salesiano y que lleva dos meses en el hospital debido a una
neumonía. Me alegro de su llamada y también él esta contento del encuentro y de
la oración.
Estos días estoy yendo a llevar al hospital para la
gimnasia de rehabilitación al padre de Paul, un salesiano de aquí que trabaja en
Lungi. Pienso que ahora ya tengo una excusa para también visitar a los demás que están
hospitalizados y permitirles vivir unos momentos de consuelo y alegría, a la vez
que le doy las gracias a Dios que me ofrece vivir estos momentos con
ellos.
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