Vistas de página en total

sábado, 1 de agosto de 2015

Esta no me la esperaba…


Estamos en momentos de exámenes en la universidad y los estudiantes tienen bastante que estudiar. Prefieren estar largo tiempo por la noche trabajando y dormir la mañana, de forma que nosotros no vamos a rezar con ellos esta semana.
Como tenemos un hueco libre, aprovechamos para ir a rezar a un pueblo y al mismo tiempo estar también presentes para el comienzo de la escuela que estamos tratando de seguir de cerca para mejorar el nivel de enseñanza. Los maestros están presentes, mientras en las otras escuelas ya están de vacaciones. Había programadas dos semanas de descanso y se han convertido en dos meses, con todo lo que conlleva de que los alumnos no adelanten en el trabajo.
 La visita ha servido a los maestros de aviso para que sepan que estamos cerca y a los alumnos para que vean que les seguimos en el trabajo que hacen.
Es allí donde me he enterado de que el jefe del pueblo está en el hospital y he decidido ir a verle. El jefe es alguien que nunca ha venido a rezar con nosotros, pero ha sido la persona más significativa en la construcción del pozo, estando  presente en todos los momentos que estábamos trabajando. Siempre que ibas, te encontrabas con él siguiendo lo que se hacía, a pesar de estar enfermo y no poder hacer ningún trabajo de fuerza.
A una tal actitud debe responder de mi parte una visita para darle las gracias por lo que ha hecho de animar a la gente en el trabajo del pozo. El jefe nunca ha rezado con nosotros ni sé si acepta el que lo hagamos ahora que está en el hospital. Le pregunto al que me ha acompañado si podemos hacerlo y el jefe accede a que recemos, cosa que realizamos sin dilación los pocos que estamos a su alrededor. Él sigue con devoción, pero no sabe las palabras a pesar de que lo hacemos en su lengua. Al final se muestra agradecido.
Sin darme tiempo a reaccionar, alguien que está en el otro extremo de la sala me hace llamar y me dice que es catequista de una parroquia de la ciudad y que si puedo rezar por él. Aquí las cosas son más claras, es él quien me lo pide y junto con los que están a su alrededor rezamos de la misma forma que habíamos hecho con el anterior.
Cuando pensaba que había concluido, alguien más me llama y me dice que quiere que rece también por él, que viene de un pueblo que, aunque me ha dicho el nombre, no llego a ubicarle. Me doy cuenta de que no sabe seguirnos en la oración, pero como me ha pedido que recemos, lo hago sin problema.
Una vez terminada la oración aquí, otro joven que está en una de las camas cercanas me pide también que rece por él. Como habla un poco de inglés, me permito hacerle algunas preguntas y descubro que es musulmán, pero no le importa, quiere que rece por él y así lo hago… Aunque “esta no me la esperaba”, que un musulmán te pida que reces por él… Pero la realidad es que la enfermedad es una situación tan especial para ellos que cualquier cosa que se les pueda ofrecer es una ayuda inestimable en esos momentos duros que están pasando.
Una vez que he finalizado las oraciones salgo de la sala, pues no queda ya nadie más en el recinto, pero cuando estoy en el umbral de la puerta, una voz clara y nítida me llama por mi nombre y me dice que también él quiere que rece por él. Se trata de un joven que pertenece al movimiento misionero salesiano y que lleva dos meses en el hospital debido a una neumonía. Me alegro de su llamada y también él esta contento del encuentro y de la oración.

Estos días estoy yendo a llevar al hospital para la gimnasia de rehabilitación al padre de Paul, un salesiano de aquí que trabaja en Lungi. Pienso que ahora ya tengo una excusa para  también visitar a los demás que están hospitalizados y permitirles vivir unos momentos de consuelo y alegría, a la vez que le doy las gracias a Dios que me ofrece vivir estos momentos con ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario