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sábado, 1 de agosto de 2015

¿Tenemos fe?

  Durante unos cuantos domingos de este año el tema recurrente es la cuestión de la fe vista en planos distintos, pero la perspectiva recurrente es la misma, la fe.
Varias veces he hecho esta pregunta en la homilía ¿Tenemos fe? Y la respuesta ha sido siempre positiva, aunque luego a la hora de concretar las cosas las opiniones varían, pero por lo menos todos aseguramos tener la fe.
Y la continuación de la fe, es la manifestación concreta de esta fe, y esta manifestación  se traduce en milagros, pues siempre que alguien se acerca a Jesús y le pide alguna cosa, Jesús le dice que se la concede de acuerdo con su fe.
Hoy la ocasión era propicia para hacer la pregunta  de si tenemos fe, dónde están los milagros que siguen a la fe… Y las respuestas se hacía de rogar, pues eran difusas y no llegaban a concretizar una experiencia precisa y personal.
Les conté dos situaciones que había vivido personalmente y en primer plano y creo que les agradó; pero no me paré en contarles, les dije que la semana que viene contaba con alguna experiencia personal de alguien de los presentes. Esperemos que así sea.
Una experiencia concreta que he vivido porque estaba presente cuando el joven que pertenece a un grupo de oración nos la contaba, fue la que refirió que le pasó en su finca, donde tiene una pequeña cabaña para dormir y allí se queda por la noche para no tener que volver al pueblo que está distante.
Estaba el joven en la cabaña por la noche con su esposa y el hijo pequeño, y el niño se puso a llorar y no había forma de que callara. Cuenta que después de un rato de no saber qué hacer, se arrodilló en la estera en la que estaba tendido y rezó con toda confianza a Dios. El niño se calmó y todos pudieron dormir y descansar y proseguir el trabajo al día siguiente…
Conté también algo que viví en la parroquia anterior en la que estuve, cómo una lluvia torrencial se llevó las cosechas de los campesinos y ante tal situación y sin saber qué hacer, recuerdo que mi oración fue: “Señor, son tus hijos… No querrás que se mueran de hambre…”
Me acuerdo que repartimos más de cuarenta toneladas de maíz, alimento base de la gente, comprado la mayoría en el mercado y distribuido por tres personas responsables en cada pueblo… Y no recuerdo que nadie muriera de hambre…
Y la reflexión es sencilla: si en nuestras vidas no hay experiencias parecidas, quiere decir que no tenemos la fe que es necesaria para que sucedan los milagros.

Y nuestra oración de hoy también puede ser la que hicieron los discípulos a Jesús… “Auméntanos la fe” para que podamos ser esos hijos tuyos que Tú esperas  que te conozcan como su Padre y que hagan el bien a sus hermanos.

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