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sábado, 1 de agosto de 2015

Un mensaje de fe.


Estos últimos domingos se nos ha estado insistiendo en la cuestión de la fe, tener fe en Jesús y nuestros problemas encontrarán una solución. Creo que esto es fácil decirlo, vivirlo, me parece harina de otro costal, pero la posibilidad está presente y cuando tú invitas a los otros a vivir así, por lo menos tú también te tienes que sentir implicado en la materia y aportar ti vivencia.
Me ha pasado este sábado. Fui temprano a rezar en un pueblo y a continuación transportar a unos cuantos voluntarios iban a venir a trabajar en nuestra finca. Las cosas se hicieron según el programa previsto y la gente trabajó en la finca durante la mañana y parte de la tarde.
Habíamos quedado que hacia las tres iría en su busca para llevarlos de nuevo a su pueblo y así me proponía hacerlo cuando, saliendo hacia el lugar, puedo percibir una enorme nube muy oscura que amenazaba una lluvia muy cercana.
Lo primero que hice fue pensar en los que me estaban esperando y reconocer que iban a mojarse bien, pues el vehículo que usamos tiene la parte de atrás descubierta y no hay toldo que se le adapte. Además veía los signos cada vez más claros de la lluvia, el viento comenzaba a levantar nubes de polvo y la situación se preparaba para una inminente lluvia.
En aquel  momento iba a pasar por delante de la casa de una señora que está enferma y con la cual suelo rezar un minuto siempre que paso con tiempo. Decidí parar y juntos rezamos el padre nuestro y el avemaría, y le di la bendición. Por supuesto que yo estaba rezando con ella, pero mi mente estaba en los que esperaban en la finca y se iban a mojar… Y sólo se me ocurrió cuando estaba rezando el padre nuestro, pedir que la voluntad de Dios se cumpla… Yo no quería que los otros se mojaran, pero aceptaba la voluntad de Dios para mí y para ellos.
Cuando llegué al sitio, me estaban esperando, habían caído ya unas gotas y siguió haciendo que llovía, pero con lo de acomodar a la gente y los bultos, se me fue pasando la preocupación y en el camino hacia el pueblo, comencé a notar que la pista estaba cada vez más mojada, pero que las nueves se abrían y empezaba a hacer sol. Había caído un buen chaparrón, pero a nosotros no nos había tocado.
Me di cuenta de la realidad cuando llegamos al pueblo y el ambiente era totalmente diferente, aquí había llovido hacía un rato, pero ahora el sol lucía de nuevo con esplendor y la gente estaba contenta del viaje y de que no se habían mojado. Y me acordé de la oración que le había hecho a Dios por ellos y le di las gracias porque no se habían mojado en el viaje.

Cuando ayer, domingo, contaba esto y algunos de los que habían viajado estaban presentes, sonreían y agradecían el que no se hubiesen mojado, a la vez que yo les invitaba a vivir la fe de esa manera que muchos de ellos viven como auténticos maestros. 

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