Estos últimos domingos se nos ha estado insistiendo en la cuestión de la fe, tener fe en Jesús y nuestros problemas encontrarán una solución. Creo que esto es fácil decirlo, vivirlo, me parece harina de otro costal, pero la posibilidad está presente y cuando tú invitas a los otros a vivir así, por lo menos tú también te tienes que sentir implicado en la materia y aportar ti vivencia.
Me ha pasado este sábado. Fui temprano a rezar en un
pueblo y a continuación transportar a unos cuantos voluntarios iban a venir a
trabajar en nuestra finca. Las cosas se hicieron según el programa previsto y la
gente trabajó en la finca durante la mañana y parte de la tarde.
Habíamos quedado que hacia las tres iría en su busca
para llevarlos de nuevo a su pueblo y así me proponía hacerlo cuando, saliendo
hacia el lugar, puedo percibir una enorme nube muy oscura que amenazaba una
lluvia muy cercana.
Lo primero que hice fue pensar en los que me estaban
esperando y reconocer que iban a mojarse bien, pues el vehículo que usamos tiene
la parte de atrás descubierta y no hay toldo que se le adapte. Además veía los
signos cada vez más claros de la lluvia, el viento comenzaba a levantar nubes de
polvo y la situación se preparaba para una inminente lluvia.
En aquel
momento iba a pasar por delante de la casa de una señora que está enferma
y con la cual suelo rezar un minuto siempre que paso con tiempo. Decidí parar y
juntos rezamos el padre nuestro y el avemaría, y le di la bendición. Por
supuesto que yo estaba rezando con ella, pero mi mente estaba en los que
esperaban en la finca y se iban a mojar… Y sólo se me ocurrió cuando estaba
rezando el padre nuestro, pedir que la voluntad de Dios se cumpla… Yo no quería
que los otros se mojaran, pero aceptaba la voluntad de Dios para mí y para
ellos.
Cuando llegué al sitio, me estaban esperando, habían
caído ya unas gotas y siguió haciendo que llovía, pero con lo de acomodar a la
gente y los bultos, se me fue pasando la preocupación y en el camino hacia el
pueblo, comencé a notar que la pista estaba cada vez más mojada, pero que las
nueves se abrían y empezaba a hacer sol. Había caído un buen chaparrón, pero a
nosotros no nos había tocado.
Me di cuenta de la realidad cuando llegamos al pueblo y
el ambiente era totalmente diferente, aquí había llovido hacía un rato, pero
ahora el sol lucía de nuevo con esplendor y la gente estaba contenta del viaje y
de que no se habían mojado. Y me acordé de la oración que le había hecho a Dios
por ellos y le di las gracias porque no se habían mojado en el viaje.
Cuando ayer, domingo, contaba esto y algunos de los que
habían viajado estaban presentes, sonreían y agradecían el que no se hubiesen
mojado, a la vez que yo les invitaba a vivir la fe de esa manera que muchos de
ellos viven como auténticos maestros.
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