La idea del viaje y las ganas de
entrar en contacto con la nueva presencia se hacen presentes en nosotros. La
salida se retrasa porque la ciudad está atascada por el tráfico, pero el resto
del viaje es muy bueno. Han arreglado la carretera y se puede circular
bien.
Llegados a la ciudad tomamos contacto lo primero con la
casa que nos han preparado. Algo que se ha remozado y en la que no hay más que
las paredes y que aún huele mucho a pintura; está como nueva. Es pequeña y
coqueta y tendremos que encargarnos de amueblarla. Pero estamos muy contentos
con ella y con la acogida que se nos ha dado.
La casa de Bo. Nuestra residencia provisional |
Después de comer vamos a visitar nuestro terreno. Está
seis kilómetros fuera de la ciudad y en extensión son alrededor de quince
hectáreas. Ahí tenemos que pensar lo que
queremos realizar. Las posibilidades son muchas. Tendremos que ver, escuchar,
preguntar, reflexionar antes de decidirnos por qué. Esperemos tomar las
decisiones apropiadas para dar la respuesta a lo que la gente espera de
nosotros.
Siguiendo el mismo camino, otros seis kilómetros más,
nos encontramos con varios pueblos de los que vamos a ocuparnos. No es la
primera vez que los salesianos llegan aquí. Años anteriores han estado
celebrando la semana santa con ellos y “Uba” que nos acompaña, es persona
conocida y muy querida por aquí. La alegría que les da de vernos es grande y más
cuando les decimos que pensamos venir a celebrar la Navidad con ellos, pues no
han tenido misa en los pueblos desde pascua. Ello nos habla del abandono en que
se encuentran y de las ganas que tienen que vengamos donde
ellos.
Sala principal de la casa |
Vueltos a la ciudad, después de cenar, nos acomodamos en
la casa sin muebles. Dormimos en el suelo sobre esteras. No es una experiencia
que me sea extraña, sólo tiene que debes buscar y encontrar la posición en que
puedes estar en el duro suelo, pero es algo que logro sin mucho problema. Son ya
muchas las veces que lo he hecho en otros sitios.
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