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martes, 24 de diciembre de 2013

24 de Diciembre de 2013

Día señalado que para nosotros transcurre de la forma siguiente: Después de la oración y el desayuno, nos preparamos para ir a decir misa en la cárcel. Es una cosa bonita, pues nos ayuda a hacernos cercanos de las personas que sufren. Hay ciento sesenta que han venido a rezar con nosotros y a los que en varias ocasiones tengo la oportunidad de saludar personalmente, pues además de la misa hoy hay mesa, aunque coman cada uno en el mismo banco en el que están en la iglesia, se les reparte un refresco, una botella de agua y un buen plato de arroz y un cuarto de pollo. La gente que al principio está silenciosa, poco a poco se va animando y el volumen de la conversación aumenta.
      Mientras los otros reparten, yo trato de saludar uno a uno a todos. Es una sensación que tengo de mi experiencia de trabajo anterior en la prisión de Kandi. El que les saludes, les des la mano, te entretengas con ellos un momento, es algo muy importante para gente que están acostumbrados a ser tratados como objetos y eso les ayuda a recuperar su estima y a sentirse personas. Muchos nos dan las gracias porque hoy por lo menos han podido comer…
        En esta cárcel, prevista para cuatrocientos internos, hay más de mil setecientos… Todavía no hemos podido entrar con cierta libertad y palpar lo que hay dentro, pero viendo lo que ha venido para rezar, no es para hacerse ilusiones. Todos pasan hambre y hasta el agua es un lujo que muy pocos se pueden permitir. La sarna campa a sus anchas y muchos dicen estar enfermos… Ante esto, tratas de estar un momento con ellos y lograr que esbocen una sonrisa, que por lo menos ya es algo.
       Tenemos planes de hacer algo más, alfabetización, hacerles un pozo, tener trabajadores sociales, lo mismo que los tenemos con los niños de la calle, pero hay que ir poco a poco y andar por camino seguro. Hay muchos intereses en la cárcel y no hay que enfrentarse con nadie para que no se nos cierren las puertas.
       Después de comer nos ponemos en marcha hacia Bo. La salida de la ciudad y su embotellamiento nos lleva dos horas largas, de forma que esta vez han sido cinco horas lo que nos ha costado llegar a destino.
        Llevamos el vehículo cargado con sacos de arroz  para dar como regalo a los padres de los salesianos de la zona y nada más llegar, antes de ir hacia la casa, el reparto nos ocupa más de dos horas. La gente está encantada y nosotros cansados, pero contentos de verles sonreír, a la vez que vamos conociendo caras que nos irán siendo familiares, las familias de los salesianos de este país, pues todos provienen de esa zona.

Cena frugal y rápida, cama de suelo como la vez anterior y los mejores deseos de que Jesús haya nacido entre todos nosotros.

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