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viernes, 28 de octubre de 2016

28 de Octubre de 2016

Viernes

He logrado dormir, pero se notaba el calor y sudando se descansa con cierta dificultad, pero a ello nos vamos acostumbrando. Tampoco hay luz y usamos la linterna. En la misa el generador suple lo que no nos dan desde la compañía de la luz. La asistencia es numerosa y es que es san Judas y hay un grupo de sus devotos que hoy han venido a celebrar el santo patrón.

Después del desayuno, limpio un poco la habitación y organizo la ropa que se me va acumulando y voy a ver al cura de la parroquia de la entrada de Bo. Por suerte esta vez le encuentro y, mientras desayuna, tenemos un rato de amable charla. Le veo con una actitud muy abierta y con ganas de saber de los pueblos, lo que contrasta con otras experiencias anteriores y me alegro de sus comentarios. Quedamos de vernos de nuevo.

Estamos haciendo tiempo para que lleguen los de los proyectos, Andreas y Marta y me doy una vuelta por donde hacen las formas, recordando los comienzos. Hoy me parece que las cosas están organizadas y que marchan, aunque se pueda organizar mejor y sacar más partido, pero por lo menos la cosa marcha. También es una de las actividades que hago visitar a los de los proyectos cuando llegan, para que vean que lo hacemos producir.

Cuando llegan Andreas y Marta, es la hora de comer y es lo que hacemos y después tenemos el tiempo de reunión que necesitamos, casi dos horas, en las que hablamos del posible proyecto de plantación de moringa en nuestro terreno y en pueblos. Es algo que hay que reflexionar y decidir sin prisas, pues es algo que nos va a llevar mucho tiempo y energías y la comunidad tiene que tener las cosas claras en el momento de las opciones.

Dejo a los venidos entrevistando a alguien que puede colaborar con nosotros y salgo hacia los pueblos. El camino está deteriorado y hay que tomarlo con paciencia, pero todo se anda, y lo que más me agrada es ver la sonrisa de todos y cada uno de los que montan en el vehículo durante el viaje.

En Cassama la gente se hace un poco de rogar y nos son numerosos, pero no me puedo quejar, pues creo que hay buena voluntad y necesitan más tiempo para responder. Siguen sin prisa y no tienen mucho interés por el rosario, que me dicen que no lo rezan en este mes de octubre. En el pueblo siguiente, Gbalehun, nos reunimos en una casa y rezamos el rosario. Hay un grupo de casi cincuenta, la mayoría críos de los que van a la escuela y uno de los maestros comunitarios que ha venido a saludarme y que espero nos entendamos para comenzar el curso de maestros.

La vuelta a casa es laboriosa y lenta, pero animada por alguien que viene conmigo desde el primer pueblo y con quien mantengo buen nivel de conversación sobre lo que me dice de la comunidad de su pueblo y de lo que le sugiero para mejorar la situación.

En casa hay luz y además de conectarme, trato de ponerme al día en la crónica y otras ocupaciones que tengo en el ordenador.

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