Crónica de las experiencias vividas en Bo (Sierra Leona) por el misionero salesiano Antonio Gutiérrez
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sábado, 2 de mayo de 2015
UN DÍA A LA CARRERA....
UN DÍA A LA CARRERA… 2-5-15
Esta mañana me levanté sin necesidad de despertador. Parece que el cuerpo tiene su reloj que me despierta cuando es necesario. Antes de las seis ya estaba a unos veinte kilómetros de casa rezando con la gente en Nagoyon. Después fui a Balei y allí empezamos el viaje para ir a visitar a uno de los componentes del grupo de parejas que está enfermo y que está siendo tratado en Kenema, a unos cincuenta kilómetros de aquí.
El viaje no es muy largo y hay buena carretera asfaltada. No lo es tanto el camino de la pista desde los pueblos a Bo, pero a todo hay que hacerse.
Se respira un ambiente festivo, por parte de los niños en particular, y la alegría de visitar a alguien cercano nos anima en el viaje. Por la mañana hace fresco y el hecho de ir detrás en la furgoneta y sin protección, se convierte para ellos en frío intenso, pero al llegar un desayuno caliente anima a todos.
Sin dilación comenzamos nuestro encuentro y compartimos las experiencias que están viviendo. La más gozosa es la del encuentro con alguien que nos es cercano y a quien echamos en falta. El hijo del que visitamos, que es pastor metodista, participa en la reunión con su esposa y se muestra interesado por una experiencia que le resulta una novedad.
El tiempo se nos echa encima y tenemos que volver, no sin antes darnos una vuelta por la catedral de la ciudad, edificio interesante y digno de verse.
En el camino de vuelta la cosa es distinta, ahora hace sol y se agradece la brisa o el viento que provoca la velocidad.
Vuelvo a la gente donde les recogí esta mañana y vengo con el hombre que trabaja en los pozos que ha concluido su labor. La experiencia para los que hemos viajado ha sido positiva y los efectos los esperamos en reuniones próximas en que nos vayamos dando cuenta de la necesidad de abrirnos a los demás y al ambiente y tratar en la medida de lo posible de transformarlos.
En casa, después de comer y echarme un rato la siesta, veo la necesidad de ir a rezar el rosario con los de los pueblos y en el primero que pienso es en Cassama, donde no saben rezar bien el rosario y donde me han dicho que rezan a las ocho de la noche. Es lejos y el camino es complicado, pero es el reto que empuja a que vean que queremos estar con ellos y que lo sientan desde el principio.
Voy al pueblo anterior que sé que rezan a las siete y, cuando acabamos, les propongo a algunos si quieren acompañarme al otro pueblo, distante ocho kilómetros, cosa que hacen encantados.
Cuando llegamos, no nos esperaban y están muy gratamente sorprendidos y muy contentos de vernos con ellos y, sin demora, llaman a la gente que se reúne en la casa del que trajo la estatua y en plena noche y a la luz de una vela y de una potente luna casi llena, rezamos el rosario alrededor de cincuenta personas.
Los que han venido del otro pueblo les dirigen y todos les seguimos en las respuestas. Es algo que trataré de hacer varias veces esta semana para ayudarles y afianzarles, pues viniendo de un ambiente protestante, no están acostumbrados a rezar el rosario.
Dejo a los que me han acompañado en su pueblo y trato de volver a casa lo antes posible. Cuando llego son las nueve y media. Esta mañana salí poco después de las cinco y volví para comer y echar un poco la siesta. Después volví a salir de nuevo para estar con los de los pueblos. El día se me ha pasado en el camino; pero creo que es la forma de hacer camino con esta gente y mostrarles que queremos estar con ellos y vivir cerca de ellos, comenzando por la oración, aunque a veces tengamos que andar un poco a la carrera…
Compartiendo mi experiencia de hoy, os invito a agradecer a Dios el día que me ha permitido vivir y a pedirle que me ayude a vivir muchos días semejantes en la entrega a los demás.
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