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viernes, 1 de mayo de 2015

Aniversario y día lleno



Hoy hace treinta y seis años que fui ordenado cura. Recuerdo con una cierta precisión muchas de las cosas del día, en particular la ceremonia en la iglesia del colegio de Santander, la escolanía cantando y una iglesia llena de gente. Recuerdo algunos detalles más de aquél lejano último día de abril del setenta y nueve.


Hoy, un día normal y corriente entre los demás, ha sido bastante lleno para mi experiencia. Empezando por que mi hermana la monja se ha adelantado para felicitarme en su nombre y en el de los otros hermanos, no sea que se les olvide. Y lo agradezco sinceramente.


La jornada ha comenzado temprano, a las cinco de la mañana. He hecho unos minutos de gimnasia, lo justo para tener la espalda en forma y, como había luz, cosa que no sucede con frecuencia, he podido asearme viendo lo que hacía, no a tientas como otros días. Luego he ido a rezar con un grupo de gente a un pueblo, Mattru, distante menos de diez kilómetros de casa y donde he encontrado a una veintena de personas que estaban orando devotamente. Después de rezar el rosario, les he leído el evangelio del día y les he invitado a vivirlo durante la jornada.


Vuelvo a casa a tiempo para unirme a la oración de la mañana que comienza a las siete y en la misa trato de vivir el recuerdo del día de la ordenación, algo que le pedía al Señor, que no me acostumbrara a decir misa, sino que cada día sea una experiencia nueva.


Después del desayuno tengo tiempo para echar un vistazo al evangelio del domingo en lengua local, que trato de leer y preparar para que el domingo la cosa vaya con una cierta soltura, pero pronto se me echa la hora encima y me voy de nuevo al mismo pueblo, pero ahora se trata de la reunión de los padres de los alumnos de la escuela primaria. Hay un grupo de unos cincuenta y allí estamos dos horas y media hablando. Dirijo la oración al comienzo cuando me invita el director y el resto del tiempo permanezco escuchando y viendo intervenciones y formas de reaccionar de la gente y de los maestros, a quienes he visto hoy por primera vez, pues acabamos de comenzar la escuela.


La hora se echa encima y el almuerzo espera. Traigo a la ciudad a dos maestras que de otra forma tendrían que buscar una moto, cosa no fácil en estos momentos. Por el camino encontramos un maestro más y ya estamos al completo en el vehículo.


En la comida hablamos largamente sobre pozos y decidimos que el de nuestra finca es algo que tenemos que comenzar cuanto antes y veremos si los que hacen pozos en Lunsar nos aceptan la oferta y quieren venir a realizar el trabajo aquí, pues está lejos.


Se enciende un rato el generador y me puedo conectar y ver las noticias de los periódicos y después de un rato de siesta, estoy listo para volver de nuevo al mismo pueblo, pues tengo reunión con la gente que aparezca, parejas en un principio, pero dispuesto a lo que venga.


Cuando llego a destino no hay nadie en el barracón que hace de iglesia y, como ya voy conociendo a gente, me dirijo a la casa de un señor mayor que tiene problemas de asma y me entretengo con él durante un rato. Habla bastante buen inglés y, después de conversar durante unos minutos, acabamos rezando juntos con los críos que se han ido juntando a nuestro alrededor.


De allí me voy a saludar a otros en sus casas y así van saliendo y vienen a la iglesia, donde nos encontramos al principio unos cuantos hombres y luego van llegando las mujeres. Los otros días solía ser lo contrario, las mujeres estaban las primeras y las más numerosas, pero hoy las cosas han cambiado.


Rezamos para comenzar y vengo a la cuestión de las parejas, preguntando a algunos de los hombres si rezan con sus esposas, cosa a la que a los dos primeros que pregunto, me responden que no.


Me armo de paciencia y les digo que esa no es la respuesta que me esperaba, que la respuesta que me esperaba es “todavía no”. Creo que ellos también están sorprendidos, pero tampoco les doy mucho tiempo para que reaccionen y antes de que me digan nada, ya les advierto que la semana que viene les espero en la reunión y les repetiré la misma pregunta y que espero que entonces la respuesta no sea “todavía no”.


Se crea un cierto ambientillo entre los demás y aprovecho para preguntar a quien me dijo la semana pasada que desde que reza con su mujer no discuten, cosa que me vuelve a confirmar esta semana y les devuelvo la pelota a los que aún no rezan juntos para preguntarles a qué esperan para que sus vidas cambien…


Cambiamos de tercio y hablamos del terreno que estamos buscando para la parroquia y les animo a escucharse unos a otros y presentar propuestas para al final poder elegir la que más nos convenga. Hay cierta falta de costumbre de hacer esto, pero se van abriendo a las diferentes propuestas.


Alguien saca el tema de la malaria y les pregunto por los remedios caseros que conocen, pero ellos piensan que los remedios mejores están en la farmacia. Les hago saber que con frecuencia las soluciones que ofrecen los curanderos tradicionales, especialmente cuando se trata de productos locales, son bastante más interesantes y el precio suele ser asequible, algo que lo de la farmacia pocos se lo pueden permitir.


Me da la impresión que no conocen muchas cosas de los curanderos tradicionales, o por lo menos no me lo dicen a primera vista. Sí les explico que nuestra forma de comer debería ser más sana, especialmente tomando fruta que tiene en abundancia, pero me reconocen sin problema que no están acostumbrados a tomar fruta. Les hago el correspondiente panegírico ensalzando la fruta y me prometen que van a cambiar la forma de alimentarse. También les he dicho que tengo semillas de fruta y les prometo traer la próxima vez que venga y ellos me dicen que las van a plantar ahora que la estación de lluvias se acerca.


El tiempo pasa, pero veo que se van sintiendo a gusto y que la reunión ha sido positiva. Alguien que ha llegado tarde quiere volver a temas tratados antes y le sugiero que hablemos luego, pues las mujeres tienen que preparar la cena. Y volvemos a lo del terreno y vuelvo a sugerirles que lo hablen entre ellos y que lleguemos a una decisión mayoritaria.


En el camino de vuelta me encuentro a un policía que a la ida, en el control, me había pedido dinero y le dije que de eso no llevo; pero ahora me pide si le puedo traer a la ciudad, cosa que hago encantado. Ahora no me pide dinero, pero se le ve que ha cargado bien y aunque la lengua se la traba algo, está bastante locuaz. Le llevo hasta la puerta de su destino, pues no estoy seguro que dejándole en la otra acera acierte a cruzar la calle con una cierta soltura.


He comprado unos frutos de esos enormes (jackfruit), que tiene una señora mayor en el camino y que hoy me ha dado lástima, pues no me parece que haya vendido nada. Mientras rezamos, el coci los ha preparado y tenemos una buena ración de fruta para la cena.


Hoy hay luz y conexión a internet, pero tanto una como la otra son tan débiles que poco podemos hacer, pues ni internet in Skype funcionan. Toca paciencia y a ver si más tarde aumenta la potencia de la luz y acaba habiendo conexión y si no, a ver si mañana hay más suerte.


Estoy contento del día. Creo que ha estado lleno sin mucho recargo y sobre todo lo que me agrada es la relación próxima y de confianza que vamos teniendo con la gente que nos va viendo asequibles y cercanos y en eso son los niños los primeros que lo descubren, pues se te acercan y te rodean y se cuelgan de tu mano, cosa que con lo del ébola hemos tenido que tener alejado, pero que vamos recuperando, pues el ébola hace tiempo que por aquí ya no se sabe nada del tema.


Me ha llevado un buen rato poner esto por escrito, pero creo que merece la pena poder compartirlo y animar a los que lo lean a dar gracias a Dios por el día, por el aniversario y por todo lo que nos permite vivir en nuestra vida de cada día.


A todos, gracias. Antonio.

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