Esta frase la escuché este sábado (18 de abril) en una reunión de parejas y la he
tratado de explotar a lo largo de la semana, pues cuando la gente la oye, se
quedan descolocados con lo que les estoy diciendo.
Vengamos a la realidad concreta para darnos cuenta de que en lo que
conozco de África, la palabra matrimonio tiene un significado bastante distinto
del que nosotros estamos acostumbrados a aplicarle.
Reunión de parejas en Kenema |
Mientras nosotros pensamos en un contrato de amor y un proyecto de vida
en el que entre dos personas las cosas se viven en común, por aquí la realidad
es muy distinta y también muy diáfana: matrimonio es el acuerdo de un hombre y
una mujer, con sus respectivas familias por detrás, para hacer críos. Del resto
de las cosas, no hay nada demasiado importante, y cada uno de los dos sabe muy
bien sus derechos y deberes, pero cada uno puede vivir su vida sin ningún
problema ni preocupación por la vida en común ni la comunidad de
bienes.
Cuando sabes esto y, en la reunión que tenemos cada semana, oyes lo de
tener el dinero en común, te das cuenta del gran paso que estos matrimonios han
dado y que, aunque sea algo muy exterior a ellos, muchas cosas han cambiado en
sus vidas.
No es la
primera vez que vivo esto, pero sí lo es aquí, donde estoy ahora, y esta
realidad me invita a ver que algo está cambiando, aunque sea lentamente, y que
lo que he escuchado es la confirmación de que un trabajo de acompañamiento hecho
con estas parejas sábado tras sábado durante más de un año ya, está comenzando a
dar sus frutos y es la mejor esperanza de que muchas cosas pueden estar
cambiando con ellos.
Hemos estado constreñidos a cuenta del ébola, pues no se podían tener
reuniones, así como no se podía tampoco visitar otras familias, que es uno de
los compromisos que los matrimonios realizan cada semana; pero por lo menos los
que nos encontrábamos regularmente, nos ayudábamos en lo que podíamos y la
evolución del grupo está comenzando a dar sus frutos
concretos.
Esto es lo
que escuché el sábado, pero también durante la semana he tenido otros momentos
de encuentro y comunicación con otros grupos y, el jueves, un señor comentó en
el grupo en el que estábamos cómo su mujer, musulmana, y él cristiano, desde que
rezan juntos han dejado de discutir. Y lo mismo dijo otra señora cuyo marido no
podía venir a cuenta del trabajo que realiza desde pronto por la mañana hasta
tarde por la tarde. También comentó que desde que rezan juntos, ya no se
pelean.
Viendo estas realidades, intento animar a los demás a entrar por el mismo
camino y tener la misma experiencia, algo que creo que no es imposible, pero sí
costoso para quien ha vivido su vida de una forma muy diferente a la que ahora
se les propone.
Creo
que son unos ejemplos muy sencillos y concretos de vidas comenzadas a vivir en
común que nos ayudan a ver que las cosas están cambiando y que podemos pensar en
el futuro con esperanza y soñando que grandes cosas van a
llegar.
Os invito
a dar gracias a Dios conmigo por lo que estoy viviendo y por lo que ya estamos
soñando que va a venir a través de esto que estamos viendo. Soñar fue lo que don
Bosco hizo siempre y creo que también a nosotros se nos invita a soñar y pensar
que las cosas van a ser bien diferentes de lo que ahora estamos viendo y sin
tardar mucho.
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