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miércoles, 2 de noviembre de 2016

2 de Noviembre de 2016

Miércoles

Voy pronto por la mañana a los pueblos. Esta vez empiezo por Towama, donde algunos van viniendo y no son muy numerosos, pero por lo menos están. Finalizada la misa, voy a Tikonko, donde las cosas no están preparadas y opto por ir a Nagoyon, el pueblo siguiente. Allí la gente está a la hora y vienen los alumnos de la escuela. Celebramos la misa en el cementerio y la asistencia es de los alumnos de la escuela, los que vienen regularmente a rezar y además hoy hay un grupo de gente del pueblo que son musulmanes, pero que también han venido con nosotros, pues el cementerio es común. Aprovecho la ocasión y les hablo de rezar a Dios y de hacerlo juntos, y como tengo a varias parejas que rezan juntos y a quienes todos conocen, son ellas las que dan testimonio de lo que vale la pena rezar. Intento hacer catecismo en todos los momentos que puedo.

En Tikonko, cuando vuelvo, me están esperando. Las disculpas son varias, pero no vale la pena discutir. Si me han esperado es porque tienen interés y me voy con ellos en procesión hasta una fosa común que hay al lado del mercado y en la que están enterrados un grupo de los de la guerra. No pregunto nada, pues creo que no es cuestión de hurgar en algo que no vas a sacar nada en claro y que a lo mejor revuelves lo que no quieres. Celebro la misa en un sombrajo que han preparado. El sol calienta y pica de nube, pero yo me tomo mi tiempo para hacer catecismo y explicar la necesidad de conocer a Jesús, de rezarle con constancia y de animar a los presentes a crear una comunidad de gente que reza. Esperemos que surja esa comunidad que por ahora no está aún establecida.

Lo que pensaba que iba a ser un rato por la mañana, se ha convertido en toda la mañana y cuando vuelvo a casa estoy cansado, pero contento del tiempo empleado y de la buena disponibilidad de los participantes.

Comemos, me echo un rato la siesta y vamos al cementerio, donde estamos invitados a rezar por los difuntos. Una misa presidida por el obispo y donde nos toca estar a medio sol que te quema de lo lindo. La cosa ha estado bien, no muy larga y con invitación a la gente para que recen por los difuntos del cementerio, que es enorme y del que se ha limpiado una zona donde nos hemos reunido.



En casa me cambio la ropa y hago la colada, pues hay camisetas cargadas de sudor, lo mismo que el alba y la estola. Por suerte hay luz y la lavadora funciona. Pero antes de acabar de lavar, se fue la luz y ya no volvimos a tenerla hasta el día siguiente.

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