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sábado, 22 de septiembre de 2018

22 de Septiembre de 2018

Sábado


Sigue lloviendo y tenemos luz, lo que permite hacer el aseo y la oración con una cierta dignidad. Al comienzo hay pocos, pues cuando ha llovido, cuesta despegarse de la estera… Pero al final hay un buen número. Se anuncia que habrá el funeral más tarde.

Después del desayuno voy a ver al fontanero. Tenemos algo pendiente y… qué difícil es entender las reacciones de algunos… Esperemos que con el tiempo las cosas cambien. Me acompaña a la cárcel, pero no le dejan entrar.

En la cárcel ya han comenzado a rezar y estoy un rato con ellos en la oración de alabanza. Cuando me ofrecen la posibilidad de hablar leo el evangelio y les hago ver que es algo que está pasando en nuestra vida de hoy y que si lo mismo que los discípulos, tenemos miedo a sufrir, por lo menos nosotros somos amigos y no nos peleamos por saber quién es el mejor… Se echan a reír y se ve el buen ambiente que hay en la reunión. Les animo a que continúen así y les prometo que rezaré por ellos y a la vez les pido que recen por mí y con ello salgo hacia casa donde el funeral se prepara. Hay cantos y música mientras preparo lo que tengo que llevar por la tarde a los pueblos y también me doy una vuelta por los alrededores para ver el ambiente y saludar.

Voy a la finca a ver cómo van las cosas y en los pueblos lo primero que tengo que hacer es esperar, pues la gente no tiene prisa. Si en principio no ha habido muchas comunicaciones, por lo menos han estado ocho parejas, que es todo un éxito de número.

Salen diversos temas, la escuela, la plantación de moringa, el trabajo en  el terreno alrededor de la iglesia, la colaboración con el cura que viene a decir la misa… No se ofrecen soluciones, pero por lo menos van oyendo algo.

Para mi gran sorpresa han comenzado a reparar la pista, es sólo el comienzo, casi un kilómetro, pero por algo se empieza.

Para la vuelta hay voluntarios para viajar. Nos paramos en Tikonko donde no hay quórum y quedamos de ver las cosas mañana y lo veremos más claro que comienza a anochecer.

La pista se hace dificultosa y siempre hay sitio en el vehículo para los que regresan del campo y vienen cansados. Recorrer diez kilómetros me cuesta treinta y siete minutos. Sueño el día en que esto esté asfaltado…

Cenamos juntos y  Christopher se va recuperando del paludismo. Luego los correos, la crónica y leer los periódicos llenan el resto de la jornada.

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