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domingo, 9 de septiembre de 2018

9 de Septiembre de 2018

Domingo


No he logrado conciliar el sueño y me paso la mayor parte de la noche leyendo, aunque la verdad es que por la mañana no me encuentro muy cansado. La realidad es que como voy a decir la misa en casa también puedo estar un rato más en la cama.

Después de desayunar bajo con mucho tiempo a la iglesia, que abro porque el catequista aún no ha llegado y estoy un buen rato rezando antes de que aparezcan los primeros que se ponen a limpiar el polvo. Poco después van llegando otros, se reza el rosario, se hacen otras devociones y aún queda tiempo que empleo en saludar a los que llegan por la puerta de atrás.

Hoy hay procesión con incienso y además buen número de monaguillos, que estrenan sotanas y a quienes presentamos ante la asamblea con un compromiso de servir a Dios y a la comunidad parroquial, todo ello acompañado de la fanfarria que da ambiente de fiesta a la celebración.

Además de los monaguillos hay también otros que se presentan, con lo que los anuncios llevan un tiempo grande, pero aquí la gente es paciente.

Nos acompañan también los catequistas de la diócesis que están en sesión y a quienes deseamos buena estancia entre nosotros. Y si a estos les sumamos los que cumplen los años y los que han pedido una misa por un difunto, te salen no sé cuantas bendiciones y rociadas con agua bendita y nos dan más de dos horas y media de misa.

En la homilía les hablé bien claro de abrir los oídos para escuchar la palabra de Dios y de proclamar con nuestra boca sus maravillas, lo mismo que hacía el sordomudo del evangelio. Di un interés especial a los catequistas presentes animando a todos en general y a cada uno en particular a proclamar la palabra durante la semana.

A la salida estuve un buen rato saludando a las que salían y luego haciendo fotos con los monaguillos y quien te pedía que le acompañaras, me subí a casa a cambiar la ropa empapada de sudor, bajé y estuve un rato con los que aún quedaban, con lo que se llegó la hora de comer y, como los que fueron a los pueblos estaban lejos de venir, por eso comí y me eché un rato la siesta.

Salí a cargar el teléfono y me encuentro a tres de la parroquia, de los cuales ninguno ha venido a la misa… No es que los conozca, pero como hablamos, al final me acaban confesando que se sienten mal y que van a venir la semana que viene. Por lo menos entre bromas y veras, se enteraron de qué iba el evangelio y me prometieron venir el domingo que viene… Y habrá que ver hasta dónde llegan esas promesas.

Me llaman los catequistas, que mañana tienen controles en las escuelas y así les llevo a destino antes de que se desate la lluvia, que me pilla en el camino de vuelta, abundante y refrescante, pero difícil a la hora de recorrer el camino con ella.

En casa ya están cenando los demás, intento darles alcance y después compruebo que no hay conexión hoy. Así que paciencia y buena letra.

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