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miércoles, 20 de julio de 2016

20 de Julio de 2016

Miércoles



Me despierto temprano y es que la luna ilumina la noche con su claridad. Voy a rezar a Towama y allí el cielo ya está nublado y no me deja ver la luna. Hay varios estudiantes de la uni y la monja les acompaña. Quieren hacer catecismo, pero ninguno tiene el libro, por lo que les digo que se hagan con el libro que les he pasado y la semana que viene comenzamos.
Tengo prisa porque como no está Joseph, voy a decir la misa en casa y no quiero llegar tarde y el camino es difícil de recorrer a cuenta de las lluvias que lo deterioran cada vez más, pero estoy en casa a la hora y hay buen número de gente. En los dos sitios les he invitado a ser los profetas que hemos escuchado en la primera lectura y la buena tierra de la que habla el evangelio.
Después de misa voy a saludar a un grupo de gente que se reúne para rezar en una escuela, es algo así como una comunidad de base. Hay diferentes clases de personas, desde niños a adultos, mujeres en particular y algunos jóvenes. Intentaré seguirles en lo que pueda y ayudarles a aclarar los objetivos que tienen y se  proponen.
Vuelvo a casa, desayuno y Joseph vuelve del viaje, Viene con una señora que trabaja en una agencia de viajes y es quien le hace el trabajo de buscar billetes cuando necesita. La ha encontrado en el camino y ha venido a visitar Bo, que no conocía.
También hablo un buen rato con el obispo en su despacho, algo que había programado hace unos días, pero a causa de su indisposición, lo hemos diferido hasta hoy. Hay varios temas que tratamos, en particular la evangelización de los pueblos, de lo que se muestra muy satisfecho por el trabajo que hacemos. También me habla de la estación de la parroquia que nos da de nuevo para encargarnos de ella y propone fechas para la ceremonia. Le digo que puede elegir, pues estamos disponibles cuando quiera. Otras cosas de menor importancia nos entretienen un rato más. Está contento de nuestro trabajo, nos anima a seguir y a él le veo recuperado de su malaria.
Antes de comer me llama el catequista de un pueblo que ha muerto una persona esta mañana y me esperan para ir al entierro, pues ya tiene todas las cosas preparadas. Se trata de un maestro que tuvo una caída cuando iba en la moto con tan mala suerte que le afectó a la cabeza. Le llevaron al hospital pero no pudieron hacer nada. Es alguien que conozco y he tratado de cerca. Su mujer falleció el año pasado, posiblemente de cáncer y deja varios huérfanos, todo un problema, pues parece ser que no hay ayudas del estado para estos casos.
Hay mucha gente, como en todos los entierros. Les digo palabras de ánimo a la familia y a todos que estemos dispuestos para el momento que nos toque, pues eso siempre sucede de forma inesperada.
Me piden que lleve el féretro en el vehículo, pues es pesado y además amenaza lluvia. Se las apañan para instalarle en el poco espacio que hay y así les llevo a los que han entrado con el féretro hasta el cementerio.
Una sencilla oración acompañada por algunos gritos de las mujeres, nos acompañan y rompen el recogimiento de los asistentes que siguen en silencio el trabajo de poner el cuerpo envuelto en un lienzo blanco en la tumba, pues la caja es sólo para el transporte al cementerio.
Finalizado el responso, volvemos el féretro a la casa mortuoria, saludos a los presentes, en particular al padre del finado, muy mayor y que casi no ve. Les doy la colecta de la misa, pues les puede ayudar mucho en este momento de gastos importantes y mañana, espero encontrarme con ellos de nuevo en la oración de la mañana y rezar por el difunto.
Luego voy a Towama, como suelo hacer cada miércoles, pero no hay mucho que ver, y además la lluvia se prepara, con lo que también me pongo en camino antes de que empiece, pues si te pilla en ruta puedes tener dificultades… Y sigo recogiendo a gente que va a pie, un par de estudiantes de la universidad y dos blancos que en cuanto les veo sé que son mormones. Les sorprende que les invite a entrar en el vehículo y les lleve hasta su destino.
También tengo tiempo para visitar la parroquia en la que tengo unos papeles de los sacramentos que celebramos en pascua y que aún no los han gestionado. Por lo menos el párroco, que hoy he encontrado en casa, me promete que lo hará pronto.
La luz viene y se va y la conexión a internet es débil, lo que no me permite hablar en el skype, así que paciencia y a esperar mejores tiempos. También la batería del ordenador me dice que le queda poca carga, así que mejor dejarlo para otro día y tratar de dormir, y si viene la luz de nuevo aprovechar la ocasión.


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