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jueves, 10 de julio de 2014

10 de julio de 2014

Jueves

     Ya hace varios días que necesitamos cambiar una pieza del coche y no acabamos haciéndolo, pero cada vez se nota más el problema y hoy hemos decidido cambiarla. Por suerte la encontramos en la ciudad y el mecánico nos la cambia, de forma que por la tarde puedo ir a los pueblos y el coche es otro distinto del de ayer.
      Por la mañana ha venido a vernos Paul, un salesiano de aquí que trabaja en Lungi, pero que está por aquí porque su padre ha tenido problemas de salud y le acompaña al hospital. Él mismo anda con paludismo y se le ve cansado. Hablamos un ratito y luego se va a sus quehaceres.
      Por la tarde voy a los pueblos con el deseo de comprobar si la nueva pieza en el coche hace que las cosas cambien, algo que es manifiesto. Hoy voy al pueblo del catequista, saludo a la gente, pues el catequista aún no ha venido del campo y cuando llega, se prepara y nos vamos a Yoviama, un pueblo en el que ya estuve otra vez y al que se va a pie, atravesando el riachuelo que ahora lleva bastante agua.
       Cuando llegamos saludamos a la gente. Voy casa por casa y en particular recuerdo que había un ciego y cuando pregunto por él, rápido sale de casa y me viene a saludar. Estamos un rato hablando y luego hacemos la oración. El evangelio es leído y luego la gente participa en el diálogo que el catequista suscita.
         Al final de la oración, al darles la bendición, les digo que de la misma forma que los domingos nos vemos en el otro pueblo para rezar, hoy he querido venir para rezar con ellos en su pueblo. Están muy contentos de lo que les digo y espero que eso incremente su presencia el domingo.
       También hay un muchacho que va a la escuela que me ha pedido un calendario para rezar en el pueblo, como hacemos en los otros. Es el muchacho quien dirige la oración, pues los adultos no saben leer. Trataré de no olvidarme y el domingo cuando venga a la misa, entregarle lo que me pide, a la vez que encomiendo el pueblo “a la que lo ha hecho todo”.
        El tiempo es bueno, la temperatura es agradable, luego he visto que el termómetro del vehículo marca 26 grados, y no se suda, algo muy de apreciar.

       La vuelta sin problemas, atravesamos el río antes de que anochezca y el vehículo se encarga de volvernos a destino, siempre con algunos que se apuntan en el camino, los que vuelven de los campos y otros que vienen a la ciudad.

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