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lunes, 7 de julio de 2014

7 de Julio de 2014

Lunes

La mañana aparece con niebla, pero más tarde el sol despeja la niebla y aclara el día, aunque de vez en cuando caen unas gotas.
        Voy a clase y el profesor me explica unas cuantas cosas a partir del texto que le presento del evangelio del domingo que viene, la parábola del sembrador. Lo tengo en su lengua, pero los que lo han traducido no han tenido muy en cuenta las reglas gramaticales y han hecho la traducción bastante por libre, según el parecer del profe.
        La realidad es que nos pasamos más de dos horas en clase y el tiempo se me pasa volando. Al salir voy a hacer unas fotocopias y al volver a casa ya casi es hora de comer y con ello se nos ha ido la mañana.
       Los lunes no suelo ir a los pueblos, pero hay un sitio en el que unas parejas han comenzado a fallar y quiero visitarles en su salsa para ver lo que pasa, pues no han venido el domingo a la oración y espero que hoy estén en su pueblo.
       En el camino hacia el pueblo del catequista me encuentro a la madre de Daniel que ha venido al campo y que vuelve para casa. Me da una enorme alegría, pues es la señora mayor que viene regularmente a rezar y que me ha dicho que quiere el bautismo. Tiene problemas para entrar en el vehículo, pero la ayudo y se siente feliz.
        En cuanto entra en el vehículo, viene con tres niñas que traen cada una su saco donde llevan buen peso, empieza a llover. Me alegra el poder tener a la señora mayor en el vehículo al abrigo de la lluvia. Ella me mira y se sonríe. Imagino que para ella mi aparición ha sido un don del cielo.
        Cuando llegamos al pueblo, aparco el vehículo enfrente de su casa y su hijo está sentado a la puerta. Se le ve cansado del trabajo del día, y está muy sorprendido cuando ve a su madre aparecer sonriente. Ella nos ofrece su paraguas, pues sabe que vamos a ir a rezar a otro sitio.
          Voy con el catequista y me acompaña Daniel, del grupo de los matrimonios; pero las parejas no se presentan tampoco a la oración en el pueblo. Están en su finca y parece que les interesa más el trabajo en la granja que cualquier otra cosa. Daniel se encargará de hacerles una visita en la granja.
         Son las sorpresas que te llevas cuando no lo esperas. Por una parte les ves que vienen a la reunión de parejas y están contentos y convencidos del bien que las reuniones les hacen, pero por otra, la ignorancia de no saber distinguir entre lo importante y lo accesorio, dar al César lo que es del César, pero a Dios lo que es de Dios. No vienen a misa el domingo. Y ves que hay que tomarse las cosas con calma y hacer el catecismo que no han hecho y no dar nada por sabido, sino acompañarles en la situación en que se encuentran.
       En el pueblo viene a rezar con nosotros una pareja, que ninguno de los dos hablan una palabra de inglés, pero que veo por lo que van hablando y entiendo en la conversación que son una pareja seria y formal. Me dice, nos dicen, a Daniel y a mí, que van a venir a la reunión de las parejas y les pregunto por qué no vienen a rezar con nosotros, a lo que me responden que son metodistas y que el domingo van a su iglesia a Tikonko. Entonces me doy cuenta del por qué no los conozco. La verdad es que me han causado una muy buena impresión y estoy contento de tener a más gente de distinto credo entre las parejas, creo que es una gran riqueza y que ayuda mucho en las buenas relaciones entre la gente de diversos credos.
          Volviendo a casa traigo a un par de chavales de la escuela que vienen con dos sacos de mandioca bien pesados. Ellos están muy contentos de haber encontrado un medio que les ahorre el esfuerzo del transporte durante varios kilómetros.

         Tanto a la ida como a la vuelta he tenido gente en el vehículo. Siempre hay quien está en camino y procuro ofrecerles la posibilidad de desplazarse conmigo. Ver la sonrisa que tienen en los rostros y la alegría que les produce el que se les lleve en el coche, es algo que compensa cualquier otra preocupación o inconveniente que te puedan causar y a mí me hace sentirme bien el ver que la gente está contenta. Algunos te dan las gracias, otros no te dicen nada, pero por lo menos sabes que les has hecho un servicio y su sonrisa es pago suficiente a lo que les has hecho.

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