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viernes, 18 de julio de 2014

18 de julio de 2014

Viernes

Hoy la cosa va mucho más organizada que ayer con la gente. Estamos en misa con ellos y en el desayuno. La lluvia nos acompaña a lo largo del día en muchos momentos y con frecuencia con bastante intensidad.
       Vienen dos salesianos de Liberia, uno Daniel, cuya madre me acompaña a los pueblos y otro de la India, Linus, bastante mayor que ha pasado mucho tiempo en la provincia trabajando en varias naciones. Celebran la misa en casa y les acompaño en la celebración.
      La lluvia sigue y el provincial, que nos había prometido venir, nos llama para decirnos que vendrá mañana, lo que hace que cambien nuestros planes de los pueblos, pero prefiero mantener los encuentros para rezar con ellos, en especial el de Gbalehun, pues tengo presente las promesas de la gente de Casama.
       Aunque algunos me desanimaban de ir a los pueblos a causa de la lluvia y pensaban que no iba a tener gente, me llevo la agradable sorpresa cuando llego a Gbalehun de que la gente de Casama ha venido. A pesar de la lluvia, han hecho siete kilómetros a pie para venir a encontrarse con nosotros, cosa que a mí me llama la atención y me llena de alegría el verlos, pero lo mismo sucede con la gente de Gbalehun, están sorprendidos de que hayan venido.
       Nos saludamos, rezamos, intercambiamos noticias, los de Casama repiten lo de los treinta años que los curas no han venido a verlos y al final de la oración, como sigue lloviendo, les invito a entrar en el coche y les vuelvo a su pueblo, algo que a todos los presentes les llena de alegría.
        Está lloviendo y la pista está difícil, pero la alegría de encontrarme con gente que ha hecho un esfuerzo por verse con nosotros, me hace olvidar la dificultad y estoy contento de llevarles de nuevo a su pueblo. Ellos lo están también y me dan varias veces las gracias.
       A la entrada del pueblo me muestran el sitio donde se reúnen para rezar, un edificio pequeño, pero exteriormente agradable a la vista. Hoy no me entretengo, pues ando con el tiempo justo y ya lo veremos despacio otro día.
        Llegamos al centro del pueblo y los que nos ven llegar nos dan la bienvenida. Los que llegan están rebosantes de alegría y les hablan a los demás del viaje que han hecho. Creo que es la mejor forma de hacerse conocer, por lo que haces por los demás y el hecho de haberles vuelto a su pueblo es algo que ellos no se esperaban y la gente que les ve llegar tampoco.
           Estoy contento de la respuesta de esta gente, lo mismo que de haberles podido volver a su pueblo y creo que a partir de ahora podemos contar con una nueva presencia donde encontrarnos con cristianos y rezar juntos. El tiempo irá diciendo lo que pasa. Por lo menos creo que se puede repetir lo que hicimos en Gbalehun en la oración: dar gracias a Dios por la nueva realidad que se abre ante nosotros y pedirle que nos asista en el trabajo en la nueva comunidad en Casama.
        Me lleva un buen rato volver, pues los caminos están mojados y es difícil transitar. Cuando llego a Nyagorhun hay unos cuantos que nos esperan. Explico que el provincial no ha podido llegar, lo mismo que lo he hecho antes y rezamos los que estamos en la capilla y algunos que van llegando. Les hablo de lo vivido en el pueblo anterior y en un momento aplauden todos, signo de que están contentos con la noticia.
      Al salir algunos me vienen a despedir, pues son conscientes de que no nos volveremos a ver hasta después de mis vacaciones. Por lo menos les animo a rezar y a que nos tengamos presentes en la oración mutuamente. La madre de Daniel, el responsable de la comunidad, la señora mayor que me ha dicho que quiere recibir el bautismo, me viene a despedir personalmente y me encarga de transmitir sus saludos a mi familia.
       En todos los tramos del camino he tenido pasajeros y hoy de manera especial algunos me lo han agradecido, pues la lluvia era intensa y no tenían paraguas. Creo que es uno de esos días en que te agrada ver a la gente que entra en el vehículo y sonríe a pesar de que estén calados y tiritando, pues aunque haya veinticuatro grados, para ellos es fresco. Hoy se han sumado hasta los polis del control, pues cuando nos ven pasar en el otro sentido, ya cuentan con nosotros como vehículo seguro para desplazarse a la ciudad.
       Volvemos a tiempo de cenar con los del campamento y así no tenemos que ir al restaurante. Hay arroz con pollo bien condimentado y un poco picante, pero que como hay hambre, entra bien.

       En casa, trato de poner las ideas en orden y organizarme, pues mañana será otro día de movimiento con las ordenaciones en particular.

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