Hoy la cosa va mucho más organizada que ayer con la
gente. Estamos en misa con ellos y en el desayuno. La lluvia nos acompaña a lo
largo del día en muchos momentos y con frecuencia con bastante
intensidad.
Vienen dos salesianos de Liberia, uno Daniel, cuya madre
me acompaña a los pueblos y otro de la India, Linus, bastante mayor que ha
pasado mucho tiempo en la provincia trabajando en varias naciones. Celebran la
misa en casa y les acompaño en la celebración.
La lluvia sigue y el provincial, que nos había prometido
venir, nos llama para decirnos que vendrá mañana, lo que hace que cambien
nuestros planes de los pueblos, pero prefiero mantener los encuentros para rezar
con ellos, en especial el de Gbalehun, pues tengo presente las promesas de la
gente de Casama.
Aunque algunos me desanimaban de ir a los pueblos a
causa de la lluvia y pensaban que no iba a tener gente, me llevo la agradable
sorpresa cuando llego a Gbalehun de que la gente de Casama ha venido. A pesar de
la lluvia, han hecho siete kilómetros a pie para venir a encontrarse con
nosotros, cosa que a mí me llama la atención y me llena de alegría el verlos,
pero lo mismo sucede con la gente de Gbalehun, están sorprendidos de que hayan
venido.
Nos saludamos, rezamos, intercambiamos noticias, los de
Casama repiten lo de los treinta años que los curas no han venido a verlos y al
final de la oración, como sigue lloviendo, les invito a entrar en el coche y les
vuelvo a su pueblo, algo que a todos los presentes les llena de
alegría.
Está lloviendo y la pista está
difícil, pero la alegría de encontrarme con gente que ha hecho un esfuerzo por
verse con nosotros, me hace olvidar la dificultad y estoy contento de llevarles
de nuevo a su pueblo. Ellos lo están también y me dan varias veces las
gracias.
A la entrada del pueblo me muestran el sitio donde se
reúnen para rezar, un edificio pequeño, pero exteriormente agradable a la vista.
Hoy no me entretengo, pues ando con el tiempo justo y ya lo veremos despacio
otro día.
Llegamos al centro del pueblo y los
que nos ven llegar nos dan la bienvenida. Los que llegan están rebosantes de
alegría y les hablan a los demás del viaje que han hecho. Creo que es la mejor
forma de hacerse conocer, por lo que haces por los demás y el hecho de haberles
vuelto a su pueblo es algo que ellos no se esperaban y la gente que les ve
llegar tampoco.
Estoy contento de la respuesta de
esta gente, lo mismo que de haberles podido volver a su pueblo y creo que a
partir de ahora podemos contar con una nueva presencia donde encontrarnos con
cristianos y rezar juntos. El tiempo irá diciendo lo que pasa. Por lo menos creo
que se puede repetir lo que hicimos en Gbalehun en la oración: dar gracias a
Dios por la nueva realidad que se abre ante nosotros y pedirle que nos asista en
el trabajo en la nueva comunidad en Casama.
Me lleva un buen rato volver, pues
los caminos están mojados y es difícil transitar. Cuando llego a Nyagorhun hay
unos cuantos que nos esperan. Explico que el provincial no ha podido llegar, lo
mismo que lo he hecho antes y rezamos los que estamos en la capilla y algunos
que van llegando. Les hablo de lo vivido en el pueblo anterior y en un momento
aplauden todos, signo de que están contentos con la noticia.
Al salir algunos me vienen a despedir, pues son
conscientes de que no nos volveremos a ver hasta después de mis vacaciones. Por
lo menos les animo a rezar y a que nos tengamos presentes en la oración
mutuamente. La madre de Daniel, el responsable de la comunidad, la señora mayor
que me ha dicho que quiere recibir el bautismo, me viene a despedir
personalmente y me encarga de transmitir sus saludos a mi familia.
En todos los tramos del camino he tenido pasajeros y hoy
de manera especial algunos me lo han agradecido, pues la lluvia era intensa y no
tenían paraguas. Creo que es uno de esos días en que te agrada ver a la gente
que entra en el vehículo y sonríe a pesar de que estén calados y tiritando, pues
aunque haya veinticuatro grados, para ellos es fresco. Hoy se han sumado hasta
los polis del control, pues cuando nos ven pasar en el otro sentido, ya cuentan
con nosotros como vehículo seguro para desplazarse a la ciudad.
Volvemos a tiempo de cenar con los del campamento y así
no tenemos que ir al restaurante. Hay arroz con pollo bien condimentado y un
poco picante, pero que como hay hambre, entra bien.
En casa, trato de poner las ideas en orden y
organizarme, pues mañana será otro día de movimiento con las ordenaciones en
particular.
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