Tenemos oración
y misa por la mañana a la que nos acompañan los visitantes, y después del
desayuno y unos momentos de charla, retoman camino los que ayer vinieron a
vernos y nosotros volvemos a nuestras tareas. Se reparte arroz con el vehículo y
yo, con un considerable catarro, fruto del polvo respirado ayer en la pista, me
entretengo en leer y preparar las cosas para la misa de
mañana.
Durante la
siesta he puesto una cebolla partida cerca de la cabecera de la cama y al
levantarme me he sentido más aliviado, lo que me ha permitido ir sin mayores
preocupaciones a la reunión con las parejas.
Como
es la primera reunión del año y la semana pasada no tuvimos, dedicamos mucho de
nuestro tiempo a ver lo que hemos hecho durante el año y hacer un balance, que
todos me dicen que es positivo y dan ejemplos de cómo se ha mejorado la relación
en la pareja, de cómo se toman decisiones dialogando entre los dos y de cómo
rezar juntos ayuda en el camino.
Creo
que es una realidad muy positiva, pero tampoco se trata de dormirse, pues yo me
esperaba mucho más compromiso social y mucho más estar implicados en cosas que
afectan a la comunidad, pero también habrá que tener paciencia en esto, pues
esperamos que llegará. La situación del ébloa ha jugado mucho en contra, pues
las relaciones y los encuentros con otros se han reducido al mínimo con lo que
se ha bajado la intensidad de los encuentros y las
visitas.
Vuelvo a casa y
sigo con el catarro y sigo con la cebolla durante la noche. Duermo a ratos, pero
creo que al final me acaba despejando la cabeza y el catarro puede considerarse
superado, pues por la mañana me encuentro bien, aunque muy
débil.
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