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domingo, 15 de mayo de 2016

UN PENTECOSTÉS ORDINARIO..

Quiero compartir algo que he vivido en primera persona y que me ha ayudado a estar un poco más centrado en la fiesta de Pentecostés que celebramos. Tikonko es uno de los pueblos que visito regularmente y en el que un grupo de gente joven al principio de la cuaresma me pidió con insistencia el bautismo. Como me parecía que no estaban preparados y que la cosa era demasiado precipitada, pensé en qué hacer, y les propuse que tuviéramos una experiencia de catecismo. Cada semana nos íbamos a encontrar y cuando viéramos que la cosa estaba madura, daríamos el paso que me pedían. Eso volvió los ánimos a su sitio y comenzamos los encuentros semanales de catecismo, los sábados por la tarde. Para lo que tuve que cambiar la hora de encuentro con las parejas, pero no hubo problemas ni creó trastorno alguno. A la cuarta semana tenía presentes en la sesión de catecismo dos, de los más de veinte que estaban en la lista que me habían dado… Pero tuve una experiencia interesante, algo que también buscaba, y esa experiencia fue el encontrarme con un grupito de adultos que vienen a la misa y que tienen una situación familiar precaria… Hay tres hombres y tres mujeres que vienen a rezar con una cierta asiduidad, pero que sus otras medias naranjas no les siguen… Y eso les crea bastante problema y malestar. Sé que la relación entre parejas es en general y en un porcentaje muy alto bastante deficiente. Hay muy poca comunicación y las peleas verbales o con violencia son mucho más frecuentes de lo que nos podamos imaginar. Y sólo el hecho de pensar en cambiar algo que ha sido así durante años, me da la impresión que les produce miedo y son reacios a tocar el tema que piensan que ya está definitivamente establecido. Llegar a cambiar esto no es fácil, pero sí es posible y para ello estoy dispuesto a hacer lo que haga falta, pues la alegría que produce un cambio de relación en una pareja, merece los esfuerzos de cualquiera que sea consciente del bien que puede hacer. Consciente de ello, he decidido empezar con una pareja al azar y cayó en una que pidió que fuéramos a rezar el rosario a su casa. El día que llegué para rezar el rosario tuve la sorpresa de que el marido no estaba presente, pues había ido a visitar a alguien… Contrariado por ello, pero no desanimado, me dije que no había encontrado al marido, a quien no conocía, pero sabía ir a su casa y en el momento que no me esperara, aparecería por allí y tendría vía libre para hacerle unas cuantas preguntas a quemarropa… Y la ocasión no se hizo esperar, pues al día siguiente volví a pasar por el pueblo y fui derecho a la casa donde habíamos rezado el día anterior y allí me encontré con la persona que buscaba. Creo que el primer efecto fue de sorpresa, pero le saludé amablemente y, antes de que le hiciera cualquier pregunta me dijo que el sábado iba a estar presente en la reunión de las parejas. Me pareció una promesa poco consistente, pero le dije que vendría a buscarle y que esperaba que no se arrepintiera. El sábado llegué al pueblo y todos los síntomas eran de que no estaba, pero cuando llegamos donde su mujer, allí los encontramos a los dos y, sin esperar más, le dije que el vehículo les estaba esperando. En la reunión de las parejas hablaron unos y otros y cuando Salomón, que así se llama el señor, se presentó dijo que hacía dos años que de forma consciente había dejado de venir a rezar y que hoy había decidido volver a empezar… Es posible pensar en la casualidad, pero también se puede pensar en la presencia del Espíritu de Jesús en medio de nosotros y que sigue dando muestras de su actividad. Esta mañana en la misa estaban marido y mujer, y con ellos fui haciendo la homilía compartida para que los demás vieran que cambiar las cosas es posible y que estoy dispuesto a acompañar en este camino a quien quiera que esté dispuesto. Esta tarde-noche también he estado en el pueblo para el rosario que han rezado en una casa, y allí les he visto a los dos presentes. Nos hemos saludado con bastante familiaridad y en el rosario les he tenido muy en cuenta pidiendo a Dios que el Espíritu se manifieste con fuerza en esta pareja y que así me ayuden en el trabajo que tengo que hacer con los otros. Pentecostés es el trabajo del Espíritu, acompañado de nuestra aportación y nuestra fe en que las cosas pueden cambiar. Es un trabajo que acabo de empezar, que tengo que continuar con otras parejas y que confío a Dios y a vuestra oración, pues sé que en Tikonko hay una buena cosecha para el Señor. Antonio.

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