Nos levantamos temprano y tenemos la misa a las cinco y media. Queremos visitar
el pueblo que nos han prometido que rezan a las siete. La realidad es diferente,
pues además ha habido ceremonia tradicional de una sociedad que se llama “poro”
y el personal ha pasado la noche de jarana, así que no toca venir a
rezar.
Damos
una vuelta por el pueblo. Los últimos tantanes están de retirada y la gente que
ha dormido algo se despereza mientras otros se van a dormir. Los maestros de la
escuela aparecen y vamos formando grupo hasta que finalmente comenzamos a rezar
en frente de la escuela.
Cuando
les hablamos de las lecturas del día, de la llamada de Dios a Samuel, de la
oración confiada que su madre Ana ha hecho a Dios y cómo Dios se lo ha
concedido, les animamos a hacer lo mismo hoy nosotros a Dios, pedirle que nos
ayude en nuestras necesidades, en lo referente a la escuela en particular. Se ve
que les llama la atención nuestra manera de rezar a Dios y la confianza con la
que lo hacemos. La manera tradicional es muy diferente, a Dios se le tiene
terror, y se le pide que no nos castigue y se le ofrece algo para que no nos
envíe cosas malas… La creencia en el Dios de Jesús para los de la religión
tradicional de aquí es una auténtica liberación y se sienten aliviados y a gusto
cuando nos ven rezar con fe y confianza.
El coci
nos ha preparado un suculento plato local. Por lo menos no tiene mucho picante,
pero sí aceite abundante. Estoy acostumbrado a comer lo que se me ponga en la
mesa, pero ello no impide que no sepa lo que como. Además hoy me ha sorprendido
encontrarme carne y pesado junto en la salsa de hojas de mandioca, para comer
con la mandioca cocida.
Esto es
todo lo que he podido escribir hoy. Se me ha acabado la batería del ordenador y
no hay luz desde ayer.
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