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martes, 4 de febrero de 2014

4 de Febrero de 2014

Ayer tomamos contacto con unas religiosas que viven en Moyamba, un pueblo de la diócesis a unos ochenta kilómetros, de los que la cuarta parte son por pista. Como vinieron con transporte público y la vuelta es problemática, nos hemos ofrecido a llevarlas a su casa y así nosotros podemos conocer un nuevo sitio en la diócesis. Ellas encantadas y nosotros también.
        Nos hemos puesto en camino y para las diez ya estábamos en Moyamba. Es un pueblo que tuvo su importancia cuando el ferrocarril pasaba por allí. Hoy, desviado de la carretera principal y con una pista deteriorada, vive un cierto letargo. Al menos esa es la impresión que me ha dado la vista del pueblo; lo que no impide que estén realizando obras de reparación en las calles y puentes en la ciudad.
       Las hermanas de san José de Cluny nos reciben con alegría. Habían venido dos y son cuatro en comunidad. Nos ofrecen el desayuno y después nos damos una vuelta por la casa. Tienen una escuela primaria y secundaria con más de quinientos alumnos. Tienen un servicio de rehabilitación y ayudan en la parroquia. Tienen bastantes problemas de agua y les he marcado dos sitios en los que pueden hacer pozos. Se muestran encantadas de que les diga que pueden encontrar agua abundante y espero que haya acertado de lleno, pues el péndulo da que los pozos serán de agua muy abundante.
       Para nosotros el día ha sido muy agradable y hemos disfrutado con la acogida que las hermanas nos han dado. Creo que también ellas se han sentido contentas con nosotros y así nos lo han manifestado. También hemos dado una vuelta por la parroquia donde hemos saludado al párroco y a su vicario, que da clases en el colegio de las hermanas.
        A la vuelta nos hemos parado en un sitio en el que  nos habíamos parado por la mañana, pero no habíamos encontrado a nadie. Es una casa en la que residen un grupo numeroso de indios, que por cierto, son de la misma zona que el salesiano que está conmigo. Ahora sí estaban y nos han llevado a ver la plantación que tienen de árboles de caucho. La realidad es que es un vivero en que en dos hectáreas tienen unos dos millones de plantas de caucho que injertan cuidadosamente y preparan para que las planten los que llevan esta industria en el país.
        Para mí ha sido todo un descubrimiento, ver que hay una tal plantación y la cantidad de trabajo y cuidado que necesita. Tiene más de una veintena de trabajadores indios, lo que habla del trabajo y la dedicación que deben de tener, además de la profesionalidad del personal.
       Me hicieron ver con detalle cómo se injerta un árbol y, cuando vi cómo estaban regando por aspersión y les pregunté de dónde venía el agua, también les marqué un sitio en la misma propiedad en el que pueden hacer un pozo y encontrar agua abundante. A mí me llamó la atención el trabajo que hacen y a ellos el que les marcara un sito para obtener agua. Espero que el intercambio sea fructífero.


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