Vistas de página en total

sábado, 15 de febrero de 2014

Hora y media para 20 km de autopista…

..historia de noviembre de 2013

Sí, esto lo acabo de vivir y por eso lo cuento. Hemos estado en una furgoneta unas 20 personas una hora y media.
Nos podemos hacer la composición de lugar. Entrada en la ciudad de Lagos (Nigeria) a las doce de la mañana. Venimos de otra ciudad y nos disponemos a entrar en la gran ciudad y en hora punta, lo que quiere decir que las carreteras están llenas. Pero una cosa es decir que están llenas y otra lo que estoy viendo. Una autopista con tres carriles en una dirección y los  arcenes, todo atestado de vehículos. En cada uno de los dos arcenes hay dos vehículos en fila que avanzan en la medida de lo posible.

 Para hacernos mejor a la idea: Tenemos una autopista con tres carriles, más los arcenes, lo que hace un frente de siete vehículos intentando moverse en la misma dirección, tres en la carretera y dos en cada uno de los arcenes.
Eso que para uno de nosotros sería un atasco imposible, para volverse majara, ellos se lo toman como lo ordinario de cada día, cosa que parece ser cierta y, tratan de ver la manera de vivir en la jungla del vehículo.
Vista la situación, me propuse no dar la menor muestra de fatiga ni de enojo. Los demás están haciendo lo mismo y las cosas van pasando, lentamente, pero van pasando.
Donde podríamos haber llegado a las doce y media, estamos a las dos, pero sin la menor queja o lamento ni de la parte del chófer ni de los pasajeros.
Ver maniobrar al conductor en estas circunstancias es una cosa muy interesante. Te permite darte cuenta de cómo maneja la situación, cómo deja un arcén y se va al otro, cómo luego vuelve al primero… pero todo esto con el atasco que hay y con todos los vehículos intentando avanzar lo más rápido que pueden… Esto es un espectáculo para ver y no para contarlo, para vivirlo y disfrutarlo, como si fuera una peli, pero siendo la más concreta realidad.
Y cuando eres capaz de ver la cosa sin apasionamiento ni mal humor, descubres que hay otra forma de ver las cosas y de hacer frente a la vida y que el estrés del que tanto nos dejamos llevar, también puede ser algo de lo  que nos podemos desprender como lo hacen los chóferes en este lugar y en esta circunstancia.
Tenía conmigo la cámara de fotos, pero no me pareció que merecía la pena utilizarla. Las fotos son tan pobre reflejo de una realidad que vives, que se te quedan demasiado cortas para explicar lo que te desborda por todos los sitios. Porque una cosa es tratar de contarlo y otra, estar en medio de la melé y salir airoso del trance.
Al lado del vehículo en el que viajé

Describir un viaje de este tipo implica tener presente un conjunto de sensaciones que difícilmente se puede uno imaginar si no las vive en persona, pues una cosa es lo que te cuentan y otra es lo que tú vives.
Estás en un vehículo pensado para una docena de personas y en el que vamos una veintena, ya para empezar estamos apretujados. Si a esto le añades unos treinta y cinco grados de temperatura, una humedad muy alta, pues estamos cerca del mar, un sol abrasador como cuando pica de nube, un polvo que te entra por todos los costados, pues los arcenes no están asfaltados, una gran contaminación por la combustión de los motores, un sudor que te corre por todo el cuerpo y que acabas con toda la ropa empapada y pegada al cuerpo, una sensación de ahogo, de falta de aire y espacio, los críos que te miran fijamente y no se pierden detalle porque eres blanco, los vendedores que a la menor parada en medio del atasco, están dispuestos a venderte por la ventanilla cualquier cosa, desde comida hasta calzado, o ropa, o cualquier baratija que tengan a mano y… Eso y más, se añade a tus sensaciones que tratas de acumular y registrar en tu cerebro  y además no dejarte vencer por la fatiga o el cansancio y seguir observando la cosa y acumulando para poder transmitirlo después.
Todo esto y más, es la experiencia del viaje de vuelta a la ciudad de Lagos, una de las más complicadas del mundo, a decir de la gente, pero por donde he pasado y no me ha dado la sensación de jungla salvaje, sino de una ciudad en la que vehículos y gente son muchísimos más de los que humanamente se pueden controlar y eso crea el problema de desbordamiento que puedes tener en un río con una crecida, pero lo que pasa es que aquí la crecida es de cada día y la solución, no creo que se pueda pensar a corto plazo.
Por lo menos yo estuve en el lío y logré salir vivo. Claro eso lo cuento yo que fui de paso. Quiero imaginar a tanta gente para la que esto es continuo, a diario, y les deseo que un día sin tardar mucho, algo se pueda solucionar y la gente pueda encontrar algo mejor que lo que tiene. Y mientras tanto, que Dios nos dé a todos la paciencia de saber adaptarnos a lo que tenemos y luchar por lo que nos hace falta.

Antonio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario