..historia de noviembre de 2013
Sí, esto lo acabo de
vivir y por eso lo cuento. Hemos estado en una furgoneta unas 20 personas una
hora y media.
Nos podemos hacer la
composición de lugar. Entrada en la ciudad de Lagos (Nigeria) a las doce de la mañana.
Venimos de otra ciudad y nos disponemos a entrar en la gran ciudad y en hora
punta, lo que quiere decir que las carreteras están llenas. Pero una cosa es
decir que están llenas y otra lo que estoy viendo. Una autopista con tres
carriles en una dirección y los arcenes,
todo atestado de vehículos. En cada uno de los dos arcenes hay dos vehículos en
fila que avanzan en la medida de lo posible.
Para
hacernos mejor a la idea: Tenemos una autopista con tres carriles, más los
arcenes, lo que hace un frente de siete vehículos intentando moverse en la misma
dirección, tres en la carretera y dos en cada uno de los
arcenes.
Eso que para uno de
nosotros sería un atasco imposible, para volverse majara, ellos se lo toman como
lo ordinario de cada día, cosa que parece ser cierta y, tratan de ver la manera
de vivir en la jungla del vehículo.
Vista la situación, me
propuse no dar la menor muestra de fatiga ni de enojo. Los demás están haciendo
lo mismo y las cosas van pasando, lentamente, pero van
pasando.
Donde podríamos haber
llegado a las doce y media, estamos a las dos, pero sin la menor queja o lamento
ni de la parte del chófer ni de los pasajeros.
Ver maniobrar al
conductor en estas circunstancias es una cosa muy interesante. Te permite darte
cuenta de cómo maneja la situación, cómo deja un arcén y se va al otro, cómo
luego vuelve al primero… pero todo esto con el atasco que hay y con todos los
vehículos intentando avanzar lo más rápido que pueden… Esto es un espectáculo
para ver y no para contarlo, para vivirlo y disfrutarlo, como si fuera una peli,
pero siendo la más concreta realidad.
Y cuando eres capaz de
ver la cosa sin apasionamiento ni mal humor, descubres que hay otra forma de ver
las cosas y de hacer frente a la vida y que el estrés del que tanto nos dejamos
llevar, también puede ser algo de lo que
nos podemos desprender como lo hacen los chóferes en este lugar y en esta
circunstancia.
Tenía conmigo la cámara
de fotos, pero no me pareció que merecía la pena utilizarla. Las fotos son tan
pobre reflejo de una realidad que vives, que se te quedan demasiado cortas para
explicar lo que te desborda por todos los sitios. Porque una cosa es tratar de
contarlo y otra, estar en medio de la melé y salir airoso del
trance.
Al lado del vehículo en el que viajé |
Describir un viaje de
este tipo implica tener presente un conjunto de sensaciones que difícilmente se
puede uno imaginar si no las vive en persona, pues una cosa es lo que te cuentan
y otra es lo que tú vives.
Estás en un vehículo
pensado para una docena de personas y en el que vamos una veintena, ya para
empezar estamos apretujados. Si a esto le añades unos treinta y cinco grados de
temperatura, una humedad muy alta, pues estamos cerca del mar, un sol abrasador
como cuando pica de nube, un polvo que te entra por todos los costados, pues los
arcenes no están asfaltados, una gran contaminación por la combustión de los
motores, un sudor que te corre por todo el cuerpo y que acabas con toda la ropa
empapada y pegada al cuerpo, una sensación de ahogo, de falta de aire y espacio,
los críos que te miran fijamente y no se pierden detalle porque eres blanco, los
vendedores que a la menor parada en medio del atasco, están dispuestos a
venderte por la ventanilla cualquier cosa, desde comida hasta calzado, o ropa, o
cualquier baratija que tengan a mano y… Eso y más, se añade a tus sensaciones
que tratas de acumular y registrar en tu cerebro y además no dejarte vencer por la fatiga o el
cansancio y seguir observando la cosa y acumulando para poder transmitirlo
después.
Todo esto y más, es la
experiencia del viaje de vuelta a la ciudad de Lagos, una de las más complicadas
del mundo, a decir de la gente, pero por donde he pasado y no me ha dado la
sensación de jungla salvaje, sino de una ciudad en la que vehículos y gente son
muchísimos más de los que humanamente se pueden controlar y eso crea el problema
de desbordamiento que puedes tener en un río con una crecida, pero lo que pasa
es que aquí la crecida es de cada día y la solución, no creo que se pueda pensar
a corto plazo.
Por lo menos yo estuve
en el lío y logré salir vivo. Claro eso lo cuento yo que fui de paso. Quiero
imaginar a tanta gente para la que esto es continuo, a diario, y les deseo que
un día sin tardar mucho, algo se pueda solucionar y la gente pueda encontrar
algo mejor que lo que tiene. Y mientras tanto, que Dios nos dé a todos la
paciencia de saber adaptarnos a lo que tenemos y luchar por lo que nos hace
falta.
Antonio.
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