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lunes, 24 de febrero de 2014

Llegó la lluvia y ...llegaron los INSECTOS

Cada año al principio de la estación de las lluvias, en especial con las primeras, los insectos que estaban en letargo debido a las condiciones climáticas duras que viven, se despiertan y toman nueva vida.
Esto provoca una serie de cambios importantes en la vida de unos y de otros y, quien más quien menos, tienen que hacerse a la idea de que esto llega de forma sistemática cada comienzo de la estación de lluvias, pero también de forma diferente, al menos en lo que he vivido. Cada vez las cosas son distintas, aunque el fenómeno se repita.
 La primera vez que viví esto fue en Parakou, ciudad hacia el norte de Benín. Había llegado en el mes de marzo y las primeras lluvias cayeron en mayo. Recuerdo que empezaron a venir las termitas gigantes aladas y había tantas que se nos ocurrió sacar a los pollos del gallinero y ponerlos al lado de la luz. Comieron las que quisieron, pero al día siguiente estaban con las alas caídas y el pico abierto respirando jadeantes… Estaban empachados del banquete que se habían dado la noche anterior. Les duró tres días.
 Otra vez hubo una plaga de mariposas. Donde aparecían, a los pocos días desaparecía la vegetación. Habían puesto los huevos y las nuevas orugas se  comían todo lo que tuvieran a mano que fuera verde. Por la noche, cuando conducías por la carretera, parecía como si estuviera nevando y los copos eran las mariposas.


Otra vez me pilló de viaje y empezaron a aparecer al atardecer las termitas pequeñas, que al conducir se quedan pegadas en el parabrisas. No se me ocurrió mejor idea que encender el limpiaparabrisas… Con la grasa que tienen  los animalitos, se formó una capa en el cristal, que para limpiarlo hubo que emplear agua y jabón varias veces, y suerte que me pilló cerca de casa, donde pude realizar la operación con comodidad.
Estos son los insectos grandes, o de tamaña regular, pero también los hay más pequeños, incluso los que son capaces de atravesar las mosquiteras y cuando eso llega, estás perdido. No tienes más que apagar la luz y dedicarte a otra cosa, pues donde haya luz, aparecerán esos minis que no hay forma de controlar y que por miles se instalan alrededor de cualquier punto de luz. Es el momento que también aprovechan los sapos para ponerse debajo de la luz y comerse los insectos, y a estos, a su vez, también les esperan las culebras. Todo un ciclo de la vida que se desenvuelve a tu alrededor y que puedes contemplar gratuitamente cada vez.
Me acuerdo ahora de una vez estando en Kandi, no sé por qué fui a la casa de las monjas por la noche y en la farola de la esquina me entretuve en contar los sapos. Había más de cien. Todos estaban alrededor de la farola esperando la caída de los abundantes insectos que vienen con el comienzo de las lluvias.
Pero no solo es con los insectos, con los anfibios pasa lo mismo y esto todavía lo tengo en los oídos. Me pilló la lluvia en un pueblo y traté de volver rápido a casa. Pero la lluvia había comenzado antes en el camino por el que tenía que volver y se había producido la inundación. Los puentes no tienen ojo suficiente y al acumularse el agua, acaba pasando por las dos partes del puente, antes y después, pues suelen ser más bajas que el puente mismo.
Cuando llegué a uno de esos puentes y el agua pasaba abundante por las dos partes, intenté cruzar, pero a la furgoneta le llegó el agua demasiado arriba y se paró, precisamente en el medio del puente, entre las dos corrientes que le circundaban. Allí, de noche y sin punto de referencia, lo que escuchaba era el canto estridente y metálico de las ranas que acababan de salir del letargo. Había miles y cantaban sin cesar. Estuve esperando pacientemente, no había otra opción. Una hora y media más tarde, cuando ya el agua se ha evacuado y las cosas vuelven a su normalidad, veo que la luz de una moto se acerca. No era cuestión de hacerme llevar, pues en las motos aquí siempre van tres por lo menos, pero ya dieron recado de que vinieran a buscarme y me remolcaron y llegué a casa sano y salvo.
Uno de esos días que cuando te levantas hay un poco de brisa, me sorprendió el ver que se habían acumulado las alas de las termitas en un banzo de la escalera, pero que habían hecho rampa y estaban igualados el primer y segundo peldaños. Nos podemos imaginar la cantidad de termitas que habían perdido las alas.
Hay otros insectos como las mariquitas, pero de color negro. En francés los llaman chinchetas. En cuanto los tocas despiden un olor parecido al de las bombas fétidas. Cuando estos animalitos llegan, tienes perjúmenes garantizados. Y recuerdo haberlos barrido por la mañana llenando varias veces el recogedor.
Entre las cosas curiosas que he visto en esos momentos también entran las hormigas y su trabajo en equipo. Una vez, después de haber matado un escorpión y dejarle en la escalera, observé con asombro el trabajo de las hormigas para llevarle al hormiguero, pero no era simplemente el arrastre, sino que le subieron por el desnivel de un banzo de la escalera…

Compartir esto para mí es la forma de dar gracias a Dios que me permite vivir estas experiencias y también a tanta gente que desde retaguardia sigue con cariño e  interés, las pequeñas cosas que nos pasan cada día.

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