Martes
Voy muy temprano a rezar a Nagorehun, el pueblo de
la reunión de matrimonios de ayer. Al
llegar es completamente de noche y me paso un rato contemplando las
estrellas. Mientras la gente va
llegando. Hay unas veinte personas, la mayoría adultos. Entre los críos que han
venido, uno de unos tres años, se pasa la mayor parte del tiempo de la oración
durmiendo en mis brazos.
Además de recitar unas cuantas
oraciones que saben de memoria, leemos el evangelio del día y la primera
lectura, que me encanta cada vez que la leo, la referencia de Isaías a la
Palabra de Dios en nosotros, como los efectos que producen la lluvia y la nieve
en la tierra. Somos la tierra de Dios que se fecunda escuchando su
palabra.
Después de la oración comenzamos un
día dedicado a la limpieza de los bordes del terreno que tenemos a medio camino
entre la ciudad de Bo y Tikonko, nuestro pueblo de referencia. Hemos apalabrado
un grupo de diez personas de nuestra comunidad cristiana que se dedican a hacer
esos trabajos, que transportamos en
nuestro vehículo, además de la cocinera que les preparará la comida en el sitio
de trabajo y los utensilios necesarios. Todo entra en el vehículo y para todos
hay sitio, aunque voy despacio, no sea que con tanta carga me ocurra algo que no
seseo.
Tenemos nuestros problemas para
encontrar los mojones, pero la experiencia de la gente en cortar maleza con sus
machetes siempre es algo que merece la pena ver y disfrutar. Nos pasamos el día
con ellos buscando los mojones y ayudando en lo que se puede. Para la comida
volvemos a casa mientras ellos comen en el campo y descansan un poco.
La mañana ha sido intensa y por la
tarde se encuentran fatigados. Mientras están comiendo traigo a Jos a casa y les
vuelvo a buscar y les reintegro a su pueblo. Estoy un rato con ellos y vuelta a
la reunión de los matrimonios que me han propuesto diariamente. Hoy hay tres matrimonios y cuatro “medios” que me
prometen estar al completo la próxima vez, que será el sábado, ya que les he
hecho ver que tener reunión cada día es
algo que nos va a causar más problemas que soluciones.
La experiencia va siendo interesante
y las parejas que han intervenido hablan del cambio en positivo que
experimentan. Creo que es muy pronto para hacer valoraciones, pero por lo menos
a una pareja les he dicho que la cara que tienen hoy es distinta de la de ayer,
que hoy están más alegres que ayer y me reconocen que es verdad, que el rezar
juntos les ha hecho cambiar desde la primera vez que lo han hecho.
Vuelvo a casa hacia las ocho, tiempo
de llamar a mi hermano que cumple los años y con quien tengo ganas de hablar,
pues hace mucho que no nos comunicamos.
La cena, la lavadora, la crónica y
preparar las cosas para mañana me llevan el resto de la noche hasta que me voy a
dormir y dando gracias a Dios por el día intenso vivido y lo compartido con esta
gente que te acoge como alguien de la familia de siempre y a quien acabas
apreciando como a tu familia de siempre también. Es bonito en los pueblos cuando
les saludas en su lengua, se sorprenden y comentan que en poco tiempo lo hablaré
perfectamente. Esperemos que así sea.
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