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martes, 11 de marzo de 2014

11 de Marzo de 2014

Martes

Voy muy temprano a rezar a Nagorehun, el pueblo de la reunión de matrimonios de ayer.  Al llegar es completamente de noche y me paso un rato contemplando las estrellas.  Mientras la gente va llegando. Hay unas veinte personas, la mayoría adultos. Entre los críos que han venido, uno de unos tres años, se pasa la mayor parte del tiempo de la oración durmiendo en mis brazos.
       Además de recitar unas cuantas oraciones que saben de memoria, leemos el evangelio del día y la primera lectura, que me encanta cada vez que la leo, la referencia de Isaías a la Palabra de Dios en nosotros, como los efectos que producen la lluvia y la nieve en la tierra. Somos la tierra de Dios que se fecunda escuchando su palabra.
         Después de la oración comenzamos un día dedicado a la limpieza de los bordes del terreno que tenemos a medio camino entre la ciudad de Bo y Tikonko, nuestro pueblo de referencia. Hemos apalabrado un grupo de diez personas de nuestra comunidad cristiana que se dedican a hacer esos trabajos,  que transportamos en nuestro vehículo, además de la cocinera que les preparará la comida en el sitio de trabajo y los utensilios necesarios. Todo entra en el vehículo y para todos hay sitio, aunque voy despacio, no sea que con tanta carga me ocurra algo que no seseo.
       Tenemos nuestros problemas para encontrar los mojones, pero la experiencia de la gente en cortar maleza con sus machetes siempre es algo que merece la pena ver y disfrutar. Nos pasamos el día con ellos buscando los mojones y ayudando en lo que se puede. Para la comida volvemos a casa mientras ellos comen en el campo y descansan un poco.
       La mañana ha sido intensa y por la tarde se encuentran fatigados. Mientras están comiendo traigo a Jos a casa y les vuelvo a buscar y les reintegro a su pueblo. Estoy un rato con ellos y vuelta a la reunión de los matrimonios que me han propuesto diariamente. Hoy hay  tres matrimonios y cuatro “medios” que me prometen estar al completo la próxima vez, que será el sábado, ya que les he hecho ver que tener reunión cada día  es algo que nos va a causar más problemas que soluciones.
       La experiencia va siendo interesante y las parejas que han intervenido hablan del cambio en positivo que experimentan. Creo que es muy pronto para hacer valoraciones, pero por lo menos a una pareja les he dicho que la cara que tienen hoy es distinta de la de ayer, que hoy están más alegres que ayer y me reconocen que es verdad, que el rezar juntos les ha hecho cambiar desde la primera vez que lo han hecho.
       Vuelvo a casa hacia las ocho, tiempo de llamar a mi hermano que cumple los años y con quien tengo ganas de hablar, pues hace mucho que no nos comunicamos.
       La cena, la lavadora, la crónica y preparar las cosas para mañana me llevan el resto de la noche hasta que me voy a dormir y dando gracias a Dios por el día intenso vivido y lo compartido con esta gente que te acoge como alguien de la familia de siempre y a quien acabas apreciando como a tu familia de siempre también. Es bonito en los pueblos cuando les saludas en su lengua, se sorprenden y comentan que en poco tiempo lo hablaré perfectamente. Esperemos que así sea.


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