Me levanto temprano y voy al pueblo de Valei. Me
encuentro con la gente para rezar. Les cuesta madrugar, pero van llegando a la
escuela, ya que en el pueblo no hay iglesia. Los maestros y los alumnos de la
escuela son los asistentes a la oración. Si hemos logrado entender que nos
tenemos que ocupar de los demás, siguiendo el evangelio del día, por lo menos
habremos hecho algo de bueno.
Yo he tenido la oportunidad de
hacerlo después de la oración, pues el vehículo se ha llenado de críos que van a
la escuela a Tikonko. Y lo que me ha llamado la atención, como todo estaba
lleno, y pensemos en lo que significa estar llenó aquí, que no hay sitio para
otro más… Pues uno se ha puesto encima de la rueda de recambio que está al
exterior de la puerta trasera del vehículo y así le he llevado hasta la
escuela. Cuando me di cuenta, traté de
tener cuidado y no hacer nada que pudiera causarle problemas.
Un árbol se ha cruzado en el camino... Los que lo apartan cobran "mordida" a los que pasan... |
Llovió y se inundó la escuelita... Y los alumnos recogen el agua... |
Los críos de una escuela... |
Cuando llegamos a destino, el muchacho, tan campante, se bajó de su rueda y se metió en medio de los demás. Le pude identificar por la camiseta que llevaba, pero no tuve a mano la cámara para hacerle una foto…
Sí la tuve por la tarde cuando
volviendo por el mismo camino, habían derribado un árbol y estaban pidiendo
mordida a los que pasaban. Como no tenía prisa, me entretuve un rato con ellos,
les hice algunas fotos, así pude hacer con tranquilidad una foto a una moto con
tres personas, algo que merece la pena verse, pues las otras que he hecho hasta
ahora, siempre me salen descentradas, pues cuando la moto está en movimiento,
es difícil de conseguir una foto bien
centrada.
En el pueblo me he entretenido con
el catequista en seguir el trabajo de la traducción de las palabras de la misa.
Le resulta muy complicado, pero algo vamos haciendo.
Para que podamos entender. No han
estudiado nunca su lengua y, aunque la hablan, no conocen la gramática y hay
muchos aspectos que se les escapan. Hoy hemos leído por la mañana el episodio
del rico y Lázaro. El catequista ha tardado en hacer la traducción conmigo más
de dos horas. No puede explicarme palabra por palabra lo que significan, ni los
giros de su lengua. Es el hecho de no haberla estudiado en la
escuela.
Después del trabajo nos damos un
paseo por el pueblo saludando a las familias cristianas y luego vamos hasta una
plantación de palmeras de aceite. Para mí es algo nuevo, pues una plantación de
palmeras de aceite no la había donde he estado en Benín o en Togo. Es
interesante ver el proceso de la obtención del aceite, algo que hacen
artesanalmente en el sitio mismo donde están plantados los árboles.
En la oración de la tarde había
veinticinco personas, la mitad adultos, la mitad niños. Les animé a descubrir
las necesidades de los que tenemos alrededor y a ayudarles en lo que podamos,
cosa que comentaron entre ellos que tienen que hacer.
Para la vuelta ya había quien me
esperaba con equipaje, además de los que nos encontramos por el camino, que
siempre trato de ayudarles si hay sitio. Me basta con ver la sonrisa que tiene
el rostro de una persona a la que ayudas para darme cuenta que están enormemente
contentos con el servicio que les haces.
Cuando llegué a casa eran ya casi
las nueve. El grupo electrógeno estaba funcionando, pues tenemos carburante y me
dediqué a escribir la crónica. Por lo menos ahora que no tenemos conexión a internet, se le puede dedicar un
rato más a la crónica, ya que no hay le prisa de leer y responder a los
correos.
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