Salimos temprano, como cada domingo. Jos se queda
en Tikonko y yo voy a Valehun. La mañana es fresquita, hay 18 grados, y cuesta
un poco desperezarse, pero la gente va llegando, pues hemos hecho el recorrido
del pueblo saludando a la gente casa por casa.
En Valehun no digo la misa. El nivel
del personal llega para hacer catecismo y es lo que trato de hacer a partir de
la primera lectura, donde se nos narra la llamada de Abram. Leemos el texto
varias veces, lo traducimos, lo volvemos a leer y una vez entendido, trato de
hacer la diferencia entre la llamada de Dios y la relación con el dios de la
tradición y cómo ya hace unos cuatro mil años que Dios, el de Jesús, se revela
como bendición para todos.
Intento hacer la diferencia de la
tradición, que es lo que ellos viven más de cerca y el Dios de Jesús. La
respuesta la encontramos a la hora de las peticiones, donde se ve la sensación
de estar a gusto en la oración que se hace. Lástima que las que hacen en lengua
local se me escapan, pero disfruto con las que hacen en inglés y le doy gracias
a Dios por estas vivencias tan profundas de la gente tan sencilla.
En Niagorehoun hoy hay varias
comuniones. Además del catequista, han venido tres jóvenes del pueblo que estudian en Bo. Pero en la misa trato de
hacer el mismo catecismo que he hecho en el otro pueblo y la reacción es la
misma, la gente se encuentra a gusto.
Les hago ver también que las
transfiguración, acabo de leer el evangelio, es algo que se realiza en nuestras
vidas de cada día y le pregunto a una de las parejas que daba testimonio en la
reunión del viernes si su vida no ha cambiado, si no se sienten transfigurados y
me dicen que sí. Con ello invito a todos a vivir lo mismo que esa pareja está
viviendo.
Volvemos a casa con el vehículo bien
cargado, pues hay un grupo de gente que quiere visitar a James, el enfermo que
traje el otro día de ese pueblo y que está en la ciudad recuperándose. Vamos a
su casa. Nos recibe con cariño, nos saludamos,
le deseamos una buena recuperación, rezamos juntos y les damos la
bendición, recordando la primera lectura de hoy, la bendición que Abraham será
para los demás.
Por la tarde voy a Lembema, el
pueblo que tiene sus problemas para reunirse y rezar. Recorro las casas una por
una saludando a la gente y a la hora de rezar hoy son menos que la semana
pasada, pero por lo menos hay setenta críos y once adultos. El tema es el mismo,
la bendición de Dios para cada uno de nosotros y que estamos llamados a ser una
bendición para cada uno de los demás, especialmente durante esta
semana.
Al volver a casa siento el cansancio
del día, pero también la alegría de haber hablado de un Dios que es bendición
para todos y a quien pido eso, bendición para todos y cada uno de los que nos
encontremos esta semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario