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domingo, 16 de marzo de 2014

16 de Marzo de 2014

Domingo

Salimos temprano, como cada domingo. Jos se queda en Tikonko y yo voy a Valehun. La mañana es fresquita, hay 18 grados, y cuesta un poco desperezarse, pero la gente va llegando, pues hemos hecho el recorrido del pueblo saludando a la gente casa por casa.
         En Valehun no digo la misa. El  nivel del personal llega para hacer catecismo y es lo que trato de hacer a partir de la primera lectura, donde se nos narra la llamada de Abram. Leemos el texto varias veces, lo traducimos, lo volvemos a leer y una vez entendido, trato de hacer la diferencia entre la llamada de Dios y la relación con el dios de la tradición y cómo ya hace unos cuatro mil años que Dios, el de Jesús, se revela como bendición para todos.
        Intento hacer la diferencia de la tradición, que es lo que ellos viven más de cerca y el Dios de Jesús. La respuesta la encontramos a la hora de las peticiones, donde se ve la sensación de estar a gusto en la oración que se hace. Lástima que las que hacen en lengua local se me escapan, pero disfruto con las que hacen en inglés y le doy gracias a Dios por estas vivencias tan profundas de la gente tan sencilla.
       En Niagorehoun hoy hay varias comuniones. Además del catequista, han venido tres jóvenes del pueblo  que estudian en Bo. Pero en la misa trato de hacer el mismo catecismo que he hecho en el otro pueblo y la reacción es la misma, la gente se encuentra a gusto.
       Les hago ver también que las transfiguración, acabo de leer el evangelio, es algo que se realiza en nuestras vidas de cada día y le pregunto a una de las parejas que daba testimonio en la reunión del viernes si su vida no ha cambiado, si no se sienten transfigurados y me dicen que sí. Con ello invito a todos a vivir lo mismo que esa pareja está viviendo.
       Volvemos a casa con el vehículo bien cargado, pues hay un grupo de gente que quiere visitar a James, el enfermo que traje el otro día de ese pueblo y que está en la ciudad recuperándose. Vamos a su casa. Nos recibe con cariño, nos saludamos,  le deseamos una buena recuperación, rezamos juntos y les damos la bendición, recordando la primera lectura de hoy, la bendición que Abraham será para los demás.
       Por la tarde voy a Lembema, el pueblo que tiene sus problemas para reunirse y rezar. Recorro las casas una por una saludando a la gente y a la hora de rezar hoy son menos que la semana pasada, pero por lo menos hay setenta críos y once adultos. El tema es el mismo, la bendición de Dios para cada uno de nosotros y que estamos llamados a ser una bendición para cada uno de los demás, especialmente durante esta semana.

       Al volver a casa siento el cansancio del día, pero también la alegría de haber hablado de un Dios que es bendición para todos y a quien pido eso, bendición para todos y cada uno de los que nos encontremos esta semana.

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