Temprano me pongo en camino y voy a Valei, pueblo
que me dicen que rezan por la mañana, pero que me parece que no es del todo
verdad. Cuando llego, antes de las seis, entro con las luces del vehículo
apagadas, para no llamar la atención y un poco más tarde alguien hace sonar la
llanta de camión que sirve de campana.
Poco a poco se va corriendo la voy
de que estoy allí y la gente va viniendo. Al final estamos más de veinte
persona, cosa nada despreciable para este pueblo. Rezan diversas oraciones,
leemos el evangelio del día, algunos hacen comentarios y al final les digo
alguna reflexión, sobre todo el aceptar la presencia de Dios tal como Él se
revela en nuestra vida de cada día, y saber descubrirla así, que no es poco
cosa.
La vuelta a
casa me permite traer a los críos que van al otro pueblo a la escuela, por lo
menos algo se hace de positivo, además de algunos otros que aprovechan el viaje.
El vehículo está bien cargado.
Cuando pasé el control de la policía
esta mañana, era aun de noche, pero allí estaba un tractor cargado de madera
esperando el permiso para pasar. El conductor dormía apoyado en el volante. A la
vuelta, el tractor sigue en el mismo sitio…
Buscamos carburante en las
gasolineras. Gasoil logramos tener para el vehículo, pero gasolina para el
grupo, se hace imposible el conseguirla. Hay escasez y las colas que se forman
en una que tiene combustible son dignas de cualquier foto. Y las ves a todas
horas, antes de las cinco de la mañana ya están esperando a que abra la
gasolinera. Durante el día a pleno sol, aguantan estoicamente los ardores del
sol y por la tarde siguen en su puesto esperando un poco de
carburante…
Además de no haber luz, ahora sin
gasolina, tendremos que reducir el tiempo del grupo electrógeno. Tendremos menos
luz, pero habrá menos consumo y menor gasto. Siempre es posible encontrar un
aspecto positivo en cualquier asunto.
Por la tarde me paso por un cíber
para consultar el correo, ya que en casa no tenemos. A quien me escribe, si
puedo le digo que le escribiré más tarde. El calor es fuerte y se suda por todos
los poros.
Voy al pueblo del catequista.
Estamos un rato trabajando en la lengua y en la misa en lengua local. Como no
han estudiado su lengua en la escuela, les cuesta analizar las cosas y traducir
con precisión, pero en ello estamos.
Luego tengo reunión con el grupo de
matrimonios. Hoy hay nuevas caras y algunos que faltan, pero el ambiente es
bueno y las cosas que se dicen comienzan a ser sinceras y manifestación de que
las cosas se van tomando en serio.
Una señora nos pide que recemos por
su marido que está enfermo, cosa que hacemos, otra nos pide ayuda para
solucionar el problema que tiene con el marido, algo que animo a varias parejas
a que vayan a visitar al marido y a rezar en su casa. Me lo prometen con
decisión. Veremos el resultado la próxima reunión.
Percibo en el ambiente que hay cosas
que van cambiando, especialmente cuando les pregunto directamente a cada una de
las parejas presentes cómo ha cambiado la situación en la semana. Cada uno
destaca un aspecto, pero hombre y mujer están de acuerdo que las cosas van
cambian a mejor. Para mí es una alegría inmensa el ver que desde el principio
hay gente que trata de vivir su vida entregada a Dios y les doy las gracias por
el testimonio que han dado, a la vez que les animo a seguir en el
trabajo.
La vuelta a casa se hace de nuevo
con el vehículo cargado. Si no lo está desde el principio, siempre te encuentras
caminantes que prefieren subirse al vehículo, cosa que trato de ofrecer siempre
que puedo y hay sitio. También es una forma de hacerse amigos y conocer nuevos
rostros de personas.
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