Como cada domingo, salimos temprano en dirección de los pueblos. Dejo a Jos en
Tikonko, su pueblo de referencia y yo me voy a Valehun, donde suelo tener una
celebración de la palabra y hacer catecismo, ya que no hay gente que pueda
comulgar.
Como de costumbre en el pueblo, a la
llegada saludamos a la gente por las casas y luego les esperamos en la iglesia.
Hoy hay unos setenta críos y once adultos. Tenemos un largo rato de catequesis
con muchas preguntas, alrededor del tema del agua que nos da Jesús, lo mismo que
se la ofrece a la samaritana. Veo que participan y el tiempo no se les hace
largo. Tengo que cortar, porque me esperan en el pueblo siguiente, pero parece
que van reaccionando, pues me dicen que han participado ayudando a trabajar el
campo de alguien que tiene un problema en la mano y no lo puede hacer. Les
felicito por lo que han hecho y les animo a seguir en la misma línea.
En el pueblo siguiente, hoy Valei,
llegamos y lo primero me saludan los niños… Después pedí un poco de agua para
lavarme las manos; pero me agrada, aunque me manchen, que vengan donde mí con
confianza y eso me ayuda a estar cerca de ellos y a crear lazos de amistad con
todos, pues a través de los niños se llega a los mayores.
La misa es larga, porque además de
las lecturas, hay explicación y la gente hace preguntas, pero como no me espera
otra misa, me lo tomo con clama y voy respondiendo a sus dudas. Están muy
interesados sobre todo en las reuniones de las parejas. Les digo que se lo tomen con calma y que a todos
llegaremos, incluso si su marido es musulmán, si él no viene a rezar con
nosotros, nosotros sí podemos ir a rezar a su casa…
Acabada la misa siguen todavía las
preguntas, pero les digo que no se preocupen, que vengan a las reuniones y allí
daremos respuesta a lo que les preocupa. Es la forma de hacerles venir y después
poder ir a visitar al que no viene a su casa.
Volvemos casi a las doce y Jos nos
espera hablando con gente a la sombra del mango, el mejor árbol de sombra que
conozco, además de la fruta que es lo más sabroso que puedes tener entre las
muchas frutas que encuentras por aquí.
Al llegar a la ciudad ponemos
carburante en el vehículo, pues mañana vamos a ir a la capital. Tenemos la
suerte de encontrar gasoil a la primera y sin hacernos esperar, raro fenómeno
que se produce muy pocas veces en este tiempo, donde hasta en la capital tienen
los problemas de la escasez de carburante.
Después de comer me encuentro
cansado y me doy una buena siesta para recupera. Por la tarde voy a un cíber y
no funciona… Así tengo más tiempo para ir al pueblo al que voy los domingos por
la tarde, Lembema.
El maestro no me esperaba, pues le
había dicho la semana pasada que sería difícil que pudiera venir. Me dijo que
había ido a comprar tiza para la escuela al pueblo de Tikonko. Como no estaba el
maestro, me rodearon los críos desde que llegué y nos dimos varias vueltas por
el pueblo. A la gente le llama la atención ver a un blanco y tanto crío
alrededor, pero así recorro las casas y tengo entrada en todas.
Cuando ya pensaba no encontrar gente
que viniera a rezar aparece el catequista, que ha venido andando desde su pueblo
y juntos vamos sacando de sus casas a los que él conoce y recuperando a algunos
que han ido a otros sitios.
En la oración
estamos más de ochenta, de los cuales ocho son adultos y el resto niños de los
que van a la escuela que vienen porque les trae el maestro. Con ellos cantamos
un rato y hacemos animaciones y cuando van llegando los adultos se explica el
evangelio y se les anima a descubrir en Jesús el agua viva.
Hoy han entrado en el vehículo para
venir del centro del pueblo hacia la escuela que está un poco en una esquina. No
sé cómo se las ha apañado el catequista, pero estuve contando y a la salida
había treinta y cinco críos. Conté siete en el asiento delantero, sentados
alrededor y encima del catequista.
Cuando vuelvo a casa llevo al
catequista a su pueblo, para horrarle los kilómetros que tendría que hacer a
pie. Es una vuelta larga, pero me agrada poder hacer este servicio a una persona
muy dispuesta y servicial. Además, hoy tengo conmigo la máquina y he podido
hacer algunas fotos de las talas y los campos quemados como los que visité ayer.
El problema que tengo es que no me salen las fotos cuando las quiero enviar.
Esperemos que laguna vez lo pueda solucionar y se puedan ver, pues siempre una
foto es mejor que muchas palabras.
En casa lavo el vehículo, pues
mañana pensamos salir temprano y, tampoco se puede lavar antes, pues en cuanto
entras en la pista, el polvo es algo que se pega y que te da la sensación que
hace mucho tiempo que no lo limpias, así que tienes que elegir el momento
oportuno para lavarlo, pues si no es como si no lo hubieras hecho.
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