Salgo muy temprano para rezar en un pueblo. Llego
antes de las seis y tengo tiempo de contemplar las estrellas. Es un espectáculo
grandioso estar viendo el cielo sin contaminación lumínica y en plena
naturaleza.
Empezamos la oración y van llegando
algunos más, que al final hacemos la veintena de cada día. Es bonito ver a un
grupo reducido rezar y en toda confianza pedir a dios por todos y cada uno de
los presentes y ausente, por los enfermos, en particular por uno del pueblo que
traje a la ciudad el otro día, y por que Dios nos conceda ser felices y darla
gracias. Son algunas de las intenciones
que han presentado.
Acabada la oración voy al pueblo de
al lado, Ya hay un par de ellos que me esperan, pues vamos a seguir el trabajo
en la finca de la que tenemos y que estamos limpiando los linderos. Vuelto al
pueblo de Niagorehun ya todos están dispuestos y con el vehículo bien repleto
empezamos la marcha.
Para las ocho ya estamos todos en
nuestros puestos y empezando el trabajo que no se acabó el otro día y que creo
que difícilmente se acabará hoy, pero por lo menos, daremos una buena batida a
los linderos.
Vengo a casa a buscar a Jos que
dirige las operaciones de búsqueda de mojones y entre todos vamos haciendo el
trabajo. También vamos a buscar agua al pueblo cercano para hacernos conocer
como vecinos, cosa que siempre es buena.
A la hora de la comida, aún nos
falta un mojón importante de identificar y Jos decide quedarse con ellos y
seguir buscándole. Yo vuelvo a casa, como y duermo un poco, pues la tarde es
larga.
Cuando vuelvo, ya están todos
acabando las sobras de la comida de mediodía y traido a Jos a casa. Un grupo
quiere ir a visitar al que el otro día traje enfermo. Le han dado el alta en el
hospital y está en casa, Nos presentamos y es para él una gran alegría, lo mismo
que para nosotros encontrarle en casa. Rezamos y le damos la
bendición.
Vuelta a la finca, cargamos y viaje
al pueblo. La gente está cansada y contenta de lo que están haciendo. Me paso un
buen rato con los críos, luego en clase con el catequista y luego se van
juntando los adultos y acabamos hablando de todo y de nada. A las siete y media,
con la luna en alto, rezamos la oración de la tarde y todos compartimos el
evangelio y las intenciones. Es bonito ver a la gente rezar al final del día, el
sentido que tienen de lo sagrado y la facilidad con la que agradecen a Dios lo
que tiene y cómo le piden lo que les falta.
También aprov3eché en ese momento
para llamar a Uba, para que vea que nos reunimos en el pueblo y habló con varios
de los que conoce. Estaba muy feliz de escucharlos, tanto como yo de compartir
estos momentos con ellos.
La vuelta a
casa a las ocho y media pasadas, cansado y satisfecho de un día en el que he
disfrutado mañana y tarde rezando con la gente y durante el día en el trabajo
con ellos.
Después de cenar me pongo al
ordenador, ver el correo y leer las noticias, hacer la crónica y a preparar las
cosas para mañana, que me toca presidir la misa. Gracias Señor por lo que he
vivido hoy con la gente en los pueblos y por el aprecio que he percibido que nos
tienen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario