Es día de ir a clase, pero el profe no está
disponible, así que hay tiempo para hacer otras cosas, limpiar la habitación,
organizar la ropa, leer los ejercicios y, mientras hacemos esto, suena el
teléfono, es el obispo que nos pide si podemos encontrarnos con él en su
despacho a las diez. Allí estamos y nos entrega una carta, algo por escrito
queda, en la que nos aclara lo que tendremos como trabajo en nuestra zona, el
distrito de Tikonko y alguna de las partes adyacentes, además del trabajo en la
cárcel.
Estamos contentos de recibir esta
encomienda y prometemos entregársela al superior, y juntos tratar de llegar a un entendimiento
para los términos de cada una de las tareas a realizar. Hay dos zonas de dos
parroquias que nos han dado además de lo que hasta ahora teníamos y el trabajo
en la cárcel, que será una ayuda a la monja que está haciendo el trabajo ahora.
Más tarde veremos lo que se pueda hacer.
A la vuelta tratamos de identificar
el sitio en el que los Hermanos de la Instrucción Cristiana tienen un colegio
aquí en la ciudad, pero no los encontramos. Otra vez será. Por lo menos nos
hemos dado un paseo por una zona del barrio que aún no conocíamos.
Los efectos del esfuerzo de ayer se
notan y tengo las piernas cansadas, pero ello no me impide dedicar unos buenos
ratos a estudiar la lengua, que es la forma de aprovechar el tiempo cuando lo
tienes libre.
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