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lunes, 31 de marzo de 2014

Experiencia con parejas

Cuando hablamos de una palabra concreta, el resultado es que puede tener muy diferentes acepciones dependiendo del contexto en el que se la utilice y eso es lo que pasa con la palabra matrimonio.
Toda la carga que nosotros podemos ponerle del sentido cristiano de la unión de hombre y mujer y un sacramento, tiene muy poco sentido en la tradición africana, muy diversa y variada en cada grupo étnico, pero con unas pautas muy concretas y parecidas en lo fundamental.
Si para el cristiano el matrimonio es un sacramento de la unión de hombre y mujer en una comunidad de amor en la que se comparte todo, la realidad africana es muy diferente en este aspecto. Matrimonio significa el acuerdo entre dos familias y la relación entre un hombre y una mujer que tienen que hacer críos. El resto puede ser muy diferente en cada caso, pero la realidad es que cada uno tiene su vida, que se comparte bastante poco; cada uno tiene su economía y su dinero y sus proyectos y planes no compartidos con el otro, lo que origina la incomunicación y no pocos conflictos en la realidad de cada día.
Cuando te encuentras con un pequeño grupo de parejas y les propones una experiencia diferente de la tradicional que han vivido y hay algunos que lo aceptan, sin tardar mucho, te das cuenta de que esas parejas empiezan a cambiar mucho y muy deprisa y a vivir una experiencia de comunicación que les resulta apasionante.
Esto se logra animando a la gente a compartir, pero la forma concreta es, juntarse cada día, rezar juntos y escuchar la palabra de Dios juntos. Es una experiencia que no suelen tener, pues aunque ambos suelen rezar individualmente, no es lo normal el hacerlo juntos y la comunicación no pasa regularmente.
En cuanto comienzan este camino y se dan cuenta de las posibilidades que tienen por delante, se sienten entusiasmados y ven que un mundo nuevo se está abriendo delante de sus ojos y son capaces de compartirlo primero entre ellos y luego en las reuniones con los otros matrimonios y con otras parejas con las que van a rezar a sus casas, pues es una de las cosas a las que les animo, a compartir el mensaje que han recibido con los otros, pues eso les afianza también a ellos.

Se les ve en la cara lo contentos y felices que están
y ellos lo reconocen y lo comunican a otros,
 pues ya hay varias parejas que ellos han contactado
y que rezan con ellos.

Me acuerdo ahora de algo que una pareja compartió en una de las reuniones, tan simple como, “mi vecino me ha preguntado si la mujer que tengo en casa es mi mujer o mi hermana, porque no nos peleamos”. En su sencillez y profundidad manifiesta eso que ellos están viviendo, la unidad a través de la comunicación, a lo que ayuda la oración común que hacen, algo que la tradición no les ha dado y que aprecian mucho cuando lo descubren, y que es uno de los valores de la vida cristiana, la comunicación y el compartir, algo que es una experiencia nueva y que les ayuda en su relación; y les suelo decir que es un camino largo, pero que está lleno de satisfacciones y que merece la pena andar juntos.
Recuerdo en una reunión en la que un matrimonio nos dijo que habían decidido poner el dinero en común. Eso es algo que no es nada común por aquí, pues cada uno tiene su dinero y su economía y cada uno sabe muy bien lo que tiene que aportar y lo que el otro tiene que poner. Pero se sorprendieron también cuando les dije que no pensaran que habían hecho algo extraordinario, sino que era sólo el comienzo de una vida vivida juntos en la que debían llegar a ser una sola realidad, lo que Jesús pide en su evangelio.
Creo que hemos comenzado un nuevo camino con grupo muy reducido, pero también creo que la gracia de Dios está con ellos y les acompañará, y lo mismo que he vivido en otros sitios, también aquí se podrá vivir de nuevo y hacer que esa realidad se extienda y sea compartida por muchas parejas.
 Les suelo decir que no es solo para ellos el beneficio, que los hijos tienen también una parte muy importante en la vida de la pareja y que lo mismo que ellos rezan juntos, también tienen que asociar a los hijos y que eso es la mejor catequesis que los padres pueden hacer con sus hijos.
Y recuerdo ahora el comentario que también compartió un maestro en una reunión. Estaba en exámenes y había corregido durante largo tiempo a la luz del farol. Su esposa estaba a su lado acompañándole y el hijo pequeño de unos tres años estaba con ellos. Cuando el maestro acabó el trabajo, dijo “vamos rápido a acostarnos que mañana me espera un largo día de trabajo”. El niño le preguntó, “Papá, ¿Hoy no rezamos?”. El padre lo decía con orgullo de ver que hasta el crío tan pequeño era consciente de lo bueno que es rezar juntos.

Le doy las gracias a Dios porque me permite vivir estas experiencias con esta gente y también compartirlas con vosotros.

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